La alimentación es vital, y no sólo para nutrirnos y sobrevivir. Representa mucho más que eso. La comida nos sumerge en la experiencia del sabor. Es una práctica sofisticada, que ligamos a nuestras identidades, nuestras prácticas religiosas y a la ideología que rige nuestras subjetividades. El sabor es algo que buscamos, es una vivencia compleja y nos preocupa construirla de tal forma que toque los rincones más íntimos de la memoria, al mismo tiempo que estimula a nuestro cuerpo. La comida nos hace reaccionar de formas peculiares, mientras que lo picante nos acalora, lo dulce nos seduce y nos invita a seguirlo probando. Ante las bondades de la experiencia que es comer ¿qué tan conscientes somos de la manera en la que estamos nutriendo a nuestro cuerpo? Y, lo que comemos ¿en qué medida es realmente sustentable?
¿Por qué son adictivos algunos alimentos?
Es fácil aquí caer en la trampa del gusto, pero vale la pena pensar que el gusto siempre está contextualizado. Es subjetivo, pero sólo porque el gusto de cada quien está mediado y es definido por las particularidades que forman el contexto en que se inserta cada uno. Mientras que algunas de esas particularidades son culturales y sociales, otras tienen que ver con la biología y la genética.
En un estudio publicado por científicos de la Universidad de Michigan y el New York Obesity Research Center en la revista Plos One, se revelaron las 25 comidas más adictivas. Lo que casi todos tienen en común es el alto contenido de grasas, harinas blancas y azúcares refinados. Aunque algunos científicos no están de acuerdo en llamarlas adictivas, está claro que hay razones concretas y comprobadas por las cuales preferimos estos alimentos sobre otros. Definitivamente, el sabor de la pizza, los pasteles, el helado y el refresco es muy agradable, pero esto tiene razón de ser en nuestro cerebro.
La primera es que, cuando tenemos hambre, buscamos consumir los alimentos más calóricamente densos, es decir, los que tienen más calorías por gramo y estos suelen ser las grasas y carbohidratos. Por eso se nos antojan cosas como la comida chatarra, además de que esta suele estar disponible en cualquier lugar, por lo que es muy fácil de conseguir en poco tiempo. Por otro lado, la satisfacción que estos alimentos nos provocan es muy rápida, porque los procesamos rápidamente y nos dan un pico de energía muy alto en poco tiempo. Sin embargo, esa energía nos dura poco y nos obliga a consumir más del mismo alimento poco tiempo después. Los carbohidratos complejos, que no se han convertido industrialmente en harinas blancas, por otro lado, son digeridos más lentamente y nos mantienen satisfechos más tiempo.
Lo más grave es que los efectos de alimentos como el azúcar, actúan directamente en áreas del cerebro ligadas a la estimulación emocional y las adicciones. Aunque la investigación sobre esto aún se considera prematura, se piensa que el azúcar tiene influencia en la regulación de la liberación de dopamina, neurotransmisor ligado a las emociones placenteras. Mientras más azúcar consumimos más alteramos el proceso de liberación de dopamina (como pasa con drogas como la cocaína). Además, para alcanzar siempre el mismo nivel de satisfacción, debemos ir aumentando los niveles de azúcar. Si hay en el sujeto predisposición genética a la adicción, podría ser muy difícil dejar de consumir azúcar.
El verdadero problema está en lo que el alto consumo de azúcares y carbohidratos refinados provoca a largo y mediano plazo: obesidad, diabetes del tipo 2, problemas cardiovasculares e incluso la American Cancer Society lo liga de forma indirecta con el riesgo de padecer cáncer. Por esto vale mucho la pena tratar de consumir menos de estos alimentos.
¿De qué manera afectamos al medio ambiente al consumir comida “chatarra”?
La expresión no viene en vano. Y, aunque probablemente se refiera a estos alimentos como “chatarra”, porque nutren poco y por poco tiempo, también deberíamos considerar que mucha contaminación está ligada a estos productos. Los consumimos, porque parecen convenientes, están a la mano y casi siempre ya están preparados. Esto también significa que están empacados, a diferencia de los alimentos frescos, en los que podemos evitar el uso extra de plásticos, unicel y cartón. Consumir comida chatarra produce mucha basura. Por otro lado, casi toda esta comida se produce de forma industrializada, lo que quiere decir que hacerla y consumirla es una forma de contribuir a las emisiones de gases de efecto invernadero. Esta clase de alimentos no son sustentables y posiblemente los distribuya una empresa internacional, que utilice materia prima muy barata y de mala calidad y que puede no estar muy al pendiente de su responsabilidad ambiental. Sería nuestra responsabilidad descubrirlo, antes de comprar sus productos.
¿Cuáles son los alimentos más adictivos y cómo podemos sustituirlos?
La creciente tendencia de comer más saludable y de forma sustentable está seguida de una ola de recetas y tips que pueden ayudarte a cambiar las opciones chatarra por comida igualmente deliciosa, pero mucho más nutritiva, satisfactoria y no empaquetada. Se trata de asumir responsabilidad sobre la forma en que te alimentas y esto significa en muchos sentidos poner atención y meter las manos en la masa. Preparar tus propias versiones de la comida chatarra que más te gusta te permite cambiar las harinas refinadas por versiones integrales; los azúcares refinados por endulzantes más complejos al ser digeridos que no resulten adictivos y las grasas por opciones que no te pongan en riesgo. Además, dejar de comprar tantos productos empaquetados contribuye significativamente a que generes menos basura, día con día.
Estos son algunos de los alimentos más adictivos y algunas sugerencias para sustituirlos:
Pizza: la pizza lo tiene todo, harina refinada, grasas, alimentos altos en sodio y azúcares ocultos en muchos de sus ingredientes. Prepara tu propia pizza con masa de harina integral, salsa casera y queso de buena calidad.
Chocolate: el chocolate barato está hecho con ingredientes de muy mala calidad, azúcares refinados y grasa vegetal que no es de cacao. De chocolate, en realidad, tiene poco. Vale la pena invertir en un chocolate con alto porcentaje de cacao (arriba de 70%) y endulzado con stevia, jarabe de agave o sin endulzar. Es amargo, pero muy agradable y lo puedes usar para sustituir el chocolate de cualquier receta. También puedes conseguir cocoa en polvo sin endulzar.
Pan blanco: El pan blanco es fácil de sustituir por pan integral. Pero hay que tener cuidado, porque el pan integral comercial es en realidad pan blanco con salvado. Además el pan integral tiene mucho azúcar refinada. Vale la pena hacer el propio pan. Puedes mejorar la calidad nutritiva de un pan blanco si lo haces con masa reposada. Consiste en mezclar harina, agua y sal con una masilla hecha con harina y agua, pero reposada al aire libre por varios días. Cuando la dejas al aire, levaduras vivas la utilizan para alimentarse de ella y estas son muy nutritivas para nosotros y funcionan como agente leudante.
Galletas: Las galletas son deliciosas porque están hechas con harina, mantequilla y azúcar. Sustituye el azúcar por un endulzante complejo y el harina por opciones como harina de avena, que puedes comprar o hacer en casa, licuando avena cruda y seca muy rápido, hasta que se convierta en un polvo fino.
Cereal: Puedes cambiar el cereal comercial por una mezcla casera de hojuelas de avena tostadas, semillas, nueces, frutos secos sin azúcar añadido, endulzado con miel. Es delicioso, tiene una consistencia deliciosa y satisfactoria.
Pollo frito: En lugar de freír el pollo, puedes hornearlo y en lugar de empanizarlo, puedes cubrirlo con una mezcla de almendras o cacahuates molidos finamente, parmesano y orégano o albahaca seca. La cubierta quedará crujiente y deliciosa en el horno.