Más allá de la creación de vida, las plantas son perspicacia y sutileza. A simple vista parecen inmóviles y atadas a la vital acción de producir oxígeno. No obstante, si echas un vistazo más cercano te encontrarás con los seres más sensoriales del planeta, ya que las plantas tienen 15 sentidos más que los humanos.
En palabras del neurobiólogo Stefano Mancuso, las plantas tienen los mismo cinco sentidos que los seres humanos más otros 15 distintos. De acuerdo a una reciente entrevista del neurobiólogo, las capacidades hipersensoriales de las plantas son un abanico diverso.
Físicamente no podrán contar con brazos, manos, oídos o incluso ojos. Pero, las plantas son capaces de percibir todas las gradaciones de luz, los cambios eléctricos en el entorno y las vibraciones sonoras.
El mundo de las plantas y sus sentidos
Algunos aseguran que las plantas gustan de la música, específicamente aquella que cuenta con frecuencias bajas. Se dice que las melodías entre los 100 Hz y 500 Hz endulzan el nacimiento de una semilla, le ayudan a germinar a través de las señales de vibración que perciben sus raíces.
Este es el lenguaje de las plantas; comunicación vibrante, electricidad subterránea, compatibilidad química y resplandores de luz. Aunque no puedan establecer una comunicación directo con nosotros (o al menos una que entendamos), las plantas demuestran ser mucho más sensibles de lo que imaginamos.
Todo en ellas es lenguaje, pero habitado en múltiples formas. No poseen órganos especializados, pero si receptores millones de receptores que las vuelven masivamente sensoriales. Desde este sentido, las plantas son mucho más que dadoras de oxígeno.
Desde la visión de Nietzsche – una de nuestras favoritas-, las plantas son almas inspiradoras y dignas de idolatrar. Las musas más fieles de la resiliencia y lo inhóspito. Aquellas que permanecen hundidas en el caos de las decisiones humanas y que muchas veces se convierten en nuestras más fieles compañeras.
Son ellas, las plantas con 15 sentidos más que los humanos las que nos enseñan a crecer, sobrevivir y en esta última instancia… a transformarnos en seres extensamente sensibles ¿y si nos convertimos en plantas de vez en cuando?