Muchedumbre en la conciencia, una conciencia que se extiende hasta perecer, que se desdobla, se multiplica, ebria de percepciones y de saberes simultáneos, para observar mejor sinópticamente y tener abrazados los puntos más distantes.
Henri Michaux, Conocimiento por los abismos
A pesar de que la mescalina, sustancia sagrada de América, ha sido utilizada durante siglos por las culturas del continente como una planta ritual, fue sólo recientemente que el arte y la cultura occidentales asimilaron su poder. Uno de los responsables de esto fue un poco conocido médico inglés que, hace más de 100 años, la trajo a cuento en sus estudios y la llevó hasta las vidas de grandes artistas y pensadores de su tiempo.
La mescalina es una sustancia alucinógena, un alcaloide que se obtiene de dos cactáceas originarias del continente americano: el peyote (que se encuentra desde el centro de México hasta el suroeste de Estados Unidos) y el cactus conocido como San Pedro (que crece en Perú y Ecuador). Ha sido usada por distintos grupos étnicos —huicholes, rarámuris, kiowas, entre otros— desde antes de la llegada de los europeos, siempre con motivos religiosos y sagrados, pues constituye una parte fundamental de la cosmovisión de estos pueblos.
Esencia de estas plantas americanas, la mescalina fue aislada e identificada por primera vez por la ciencia moderna por el químico alemán Arthur Heffer en 1897. Fue la primera sustancia alucinógena sintetizada en la historia. Durante el siglo XX comenzó a obtener popularidad entre los círculos científicos y artísticos de Europa y Estados Unidos. Fue utilizada por psicólogos interesados en descubrir los secretos de la conciencia, buscadores espirituales, artistas que exploraban el proceso creativo y psiquiatras que buscaban curar enfermedades como la esquizofrenia, entre otras —Henri Michaux, Aldous Huxley, William James y Walter Benjamin fueron algunos de ellos—.
Uno de los responsables de la popularización de esta sustancia y sus efectos sobre la percepción humana fue el médico británico Havelock Ellis (1859-1939) a través de un extenso y bien documentado artículo publicado en 1898, “Mescal: A New Artificial Paradise”, título inspirado en el ensayo sobre el hachís de Charles Baudelaire, “Paradis artificiel” (1860).
Psicólogo, sexólogo, feminista, progresista, activista político y defensor de los derechos de los homosexuales, Ellis fue un personaje particularmente adelantado a su época, así como un deslumbrante ejemplo del hombre moderno. Ellis creía firmemente en un mundo donde las artes, las ciencias, la política y la religión fuesen reinventadas, reorganizadas y unidas —una síntesis de su pensamiento y propuestas puede encontrarse en su libro The New Spirit (1890), que fue una suerte de manifiesto—.
La particularidad del artículo de Ellis sobre la mescalina radica en que éste fue el resultado de sus propias experiencias con dicha sustancia, para lo cual se dio a la tarea, primeramente, de conseguir gajos de peyote a través de una famosa farmacéutica inglesa. A través de un proceso de decocción, el médico obtuvo una bebida que, en una primera sesión, consumió a solas en un departamento de Londres. Algunas horas después de haber ingerido la infusión, tras sufrir náuseas y casi desmayarse, notó los cambios en su percepción sensorial y escribió notas sobre ello: “una sombra violeta pálida flotando sobre la hoja alrededor de un punto al que mis ojos miraban fijamente”.
A partir de esto, el doctor relata una serie de alucinaciones visuales generadas por cambios en la luz, los colores y las texturas; también describe, a través de referencias estéticas, su experiencia visual. Por ejemplo, encontró fuertes similitudes entre sus alucinaciones y la hiperestesia visual en las pinturas de Claude Monet: un festín visual lleno de patrones, movimientos y sensaciones como rayos eléctricos en una tormenta.
Ellis, maravillado con esa primera experiencia, volvió a hacer sesiones psicodélicas con variaciones como, por ejemplo, escuchar música. También, con el fin de completar sus experimentos, decidió invitar a amigos cercanos dedicados a las artes —como los poetas W. B. Yeats y Arthur Symons—. Todas y cada una de las notas de Ellis sobre estas sesiones se encuentran en el artículo, un escrito que marcó la popularización del uso de la mescalina con fines recreativos, experimentales y artísticos durante la primera mitad del siglo XX.
A pesar de que una planta sagrada como lo es el peyote debiera ser siempre tratada con el respeto que amerita, al momento de hablar sobre el artículo del doctor Ellis, sus contribuciones e importancia, es importante recordar también su contexto: los rayos X acababan de descubrirse y la cinematografía era un arte naciente; la enorme cantidad de estímulos visuales que existía constituía un síntoma más de la cultura de masas a la cual Monet y los impresionistas respondieron. Quizá la constante búsqueda de respuestas a la posibilidad existencial de diferentes realidades y a la necesidad constante —sobre todo en las artes— de ir más allá de los modos habituales de ser y conocer nuestra existencia desdoblada, fue fruto de una necesidad solamente natural de las sociedades occidentales y una puerta a las infinitas posibilidades de surcar la realidad.