Hace casi 600 años, los sacerdotes shinto del lago Suwa, en los Alpes japoneses, comenzaron a monitorear la evolución del clima como parte de la leyenda acerca de cómo el dios Takeminakata cruzó el lago para visitar a la diosa Yasakatome. Sin darse cuenta, los sacerdotes recaudaron evidencia científica desde 1443.
John Magnuson, ecologista acuático de la Universidad de Wisconsin-Madison, consideró que esta data, casualmente científica, es un registro que permite medir el impacto del cambio climático en los últimos siglos. Por ello, “esta data es única; fue registrada por humanos que sólo observaban y registraban cómo se congelaba el lago año con año durante siglos, mucho antes de que el cambio climático se convirtiera en un tema de discusión”.
Los registros del lago Suwa demostraron que las fechas en que el lago se congelaba fueron cambiando casi imperceptiblemente entre 1443 y 1683, moviéndose sólo 0.19 días por década. Pero, tras la Revolución Industrial, el invierno ocurrió significativamente después, lo cual retrasó el congelamiento del lago 4.6 días por década –24 veces más rápido que en la época preindustrial–. Estas mediciones corroboraron la evidencia de que fue la intervención del ser humano lo que provocó el cambio climático, la llegada tardía del invierno y el deshielo temprano de los lagos.
Por su parte, Sapna Sharma, de la Universidad de York en Canadá, explica que hay factores locales que están influyendo en el cambio climático asociado con un incremento de las emisiones de dióxido de carbono y la alteración de la temperatura. Esto ha provocado que el lago Suwa sólo se congele la mitad de los inviernos –en vez de en el 99% de éstos, como solía suceder–, lo que genera una serie de alteraciones negativas tanto en el medioambiente como en la vida de los locales.
Sharma concluye que esta información no sólo refuerza lo que los científicos han tratado de advertir durante décadas, sino que también muestra las implicaciones del derretimiento del hielo en numerosas regiones del mundo: “La disminución de las cubiertas de hielo erosiona el ‘sentido de lugar’ que el invierno brinda en numerosas culturas, con una pérdida potencial de actividades de invierno, tales como transporte, pesca en hielo, esquí, entre otras”.