La rapidez con la que reemplazamos nuestros celulares contribuye enormemente a la contaminación ambiental. Además las compañías que fabrican celulares adquieren materiales de empresas que contribuyen a la explotación infantil o de minas africanas cuyos inversionistas son comerciantes de la industria bélica.
El reciclaje del desperdicio electrónico tal como lo hacen algunas compañías, implica procesos que contaminan el ambiente y ponen en peligro a los trabajadores que lo llevan a cabo, quienes además son mal pagados.
Por esto Bas Van Abel, cuya compañía se encuentra en Ámsterdam, ha creado un nuevo celular llamado FairPhone.
La compañía que fabricará el FairPhone obtiene minerales de manera no lucrativa, recicla, y dirige las ganancias a causas sociales. Para la construcción de los teléfonos escoge fábricas en China que tengan estándares de trabajo asignados por Labor Voices, una organización que busca condiciones de trabajo justas.
Van Abel cree que si como consumidor no puedes inspeccionar un producto, no eres dueño de éste. Entonces, a diferencia de los otros teléfonos, el FairPhone se podrá abrir fácilmente para cambiar sus piezas o reciclarlas. Tendrá tornillos normales y su batería podrá reemplazarse y también se le podrá expandir la memoria. Se regirá con sistema operativo Android.
El FairPhone no será un teléfono que revolucione la tecnología, pero será mejor que “suficientemente bueno”. La única diferencia radical entre un FairPhone y un iPhone será la capacidad de gráficas.
Van Abel ve en el dispositivo el portador de una ideología en la que los usuarios se preocupan por las conexiones entre la producción y el consumo. Y con esto, la oportunidad de cambiar para bien las relaciones entre vendedores, consumidores, diseñadores y proveedores.
[Co.Exist]