Desde hace algunos años circula por ahí una imagen de lo que parece ser una lata de sopa ¿llena? de aire. Uno de los orígenes probables de la imagen es un blog de viajes, barclaycardtravel.com, en donde una usuaria narra su encuentro con una curiosa tienda de recuerdos en los géiseres.
De hecho, el término “géiser” es de origen islandés; mezcla de sitio turístico y oasis en medio del hielo y el fuego, los importantes géiseres de Islandia atraen millones de turistas. Como recuerdo de su visita, la viajera se sintió atraída hacia un objeto en particular:
Una cosa que atrapa mi atención y que de alguna forma es graciosa fue la lata de aire de montaña fresco de Islandia. ¿Qué? ¿Aire fresco enlatado? ¡Vamos! Es muy divertido ver este tipo de cosas en los aparadores.
El relato de la viajera continúa con un recorrido por los mejores baños públicos del país, sin que sepamos más de las latas de aire de montaña.
Mientras tanto, en línea puedes comprar latas de aire islandés a 4 dólares la pieza.
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El mito del agua embotellada
Hace algunas décadas, la expresión “vender agua embotellada” era equivalente a señalar una mala idea. Y es que, en la historia moderna, a nadie se le había ocurrido vender agua en contenedores, siendo que, durante la mayor parte de la historia humana, la gente tuvo acceso al agua potable a través de pozos, ríos y más recientemente, en el grifo de su casa.
El agua corriente era, sin más, agua apta para consumo humano. Lo mismo con la comida. Con la segunda guerra mundial, la costumbre de conservar la comida en latas en caso de un inminente ataque enemigo, se volvió una presentación normal de los alimentos. Con los niveles de contaminación ambiental como están, ¿el aire limpio será próximamente un elemento de primera necesidad o un artículo de lujo?
¿Será que dadas las condiciones climáticas actuales, el aire que respiramos es la última forma de “aire libre” (o incluso, ¡orgánico!) que respiraremos como especie?
La lata de aire fresco de montaña tiene el atractivo de una obra de arte conceptual, pero también el poder de transportarnos hacia un futuro en el que el aire limpio y fresco sea solamente un recuerdo empacado, o un producto más en un anaquel.