Aunque existan personas que minimicen el hecho, cada que una especie animal se extingue, las repercusiones en la cadena de la vida de esa desaparición no son siquiera sospechadas por los humanos. Cuando una especie es destruida se modifica el ecosistema, y con ello el clima, a escala pequeña, mediana, y finalmente global.
Así, la casi inminente desaparición de la vaquita marina, oriunda de México, y cuya vulnerabilidad han estado denunciando organizaciones sociales desde hace unos años, aparece como fatal. Pero al parecer los esfuerzos de miles que unieron sus voces con firmas digitales para presionar al gobierno y la unión de la sociedad civil están haciendo frutos.
Hace unos días se anunció que el área donde vive la vaquita marina, en el Golfo de California, será una zona restringida completamente de la pesca, por lo que será más sencillo vigilarla. Anteriormente era permitida esta actividad, con excepción para el pez de totoaba; sin embargo, la pesca ilegal para el mercado negro de esta especie, sobre todo en China, peligraba aún más a la vaquita marina.
Los pescadores de lugares como Santa Clara y San Felipe han aceptado una, por cierto baja remuneración del gobierno, para dejar de pescar completamente en la zona donde vive la vaquita marina. Cabe aclarar que se trata de un loable esfuerzo por parte de estas personas que han optado por cuidar su entorno pese a sus ganancias económicas. Ahora, con la restricción total por dos años de la pesca, la vigilancia del sitio será mucho más sencilla; incluso el gobierno hará uso de drones para ello.
Organizaciones como Greenpeace han reconocido sobre todo la disposición de los habitantes del Golfo, pues finalmente, son ellos los principales guardianes de este entorno. Con esta medida, y fortuna, podrían ascender el número de individuos de esta especie y recomponer un ecosistema que necesita de ellas como del todo en la cadena perfecta que es la vida.