Nació como una alternativa a la fertilización química y una medida para reducir el impacto económico, ecológico y salubridad, el biofertilizante para maíz blanco se presentó como un proyecto dedicado a cuidar a las tierras mexicanas.
Para su inventor, Jesús Francisco Echaide Aquino de la Universidad Autónoma de Guadalajara –UAG–, se trata principalmente de un proyecto para reducir el uso de los productos comerciales que tienden a generar contaminación en el cultivo y toxicidad en las tierras fértiles. Mediante el uso de ocho bacterias endófitas –aquellas que habitan en tejidos de las plantas–, el biofertilizante se encarga de aumentar la asimilación de los principales nutrientes del maíz blanco y de regular los químicos que pueden afectar el suelo.
En palabras de Echaide Aquino, “la idea era crear un biofertilizante a base de bacterias con la capacidad de aumentar la asimilación de principales nutrientes hacia la planta, en este caso el maíz blanco.” De modo que al ser orgánico y específico con el cultivo, “esas bacterias por lo regular son propias de la planta, no estamos echando nada extraño.”
Según las pruebas, la calidad del biofertilizante es superior a la del fertilizante tradicional, “pues tenían más vigor y un color más uniforme.” Además que se evidenció una disminución significativa de la plaga del huitlacoche y roya, funcionando como fungicida o biocontrol: “Notamos más salud en nuestro cultivo y el tamaño de las mazorcas era comparable al del fertilizante químico” importados de países como EE.UU. y Europa
Este proyecto ganó el Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2016 en la categoría de Investigación Temprana.