Las cartas de amor no siempre llegan a su destino. Y en una relación amorosa, cualquier completo acuerdo o equilibrio no es sino una ilusión: quizá, incluso, una trampa. Por eso, contar una historia de amor siempre es pertinente, pues revelan mucho de la condición humana.
La premisa de la película Phantom Thread, del director nominado al Óscar, Paul Thomas Anderson, es contar una historia de amor. Ésta se desenvuelve en la Inglaterra de la posguerra, entre un metódico modista, Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) y su musa, Alma (Vicky Krieps). Puede sonar a cliché, pero la sustancia de Phantom Thread no sólo es pertinente para nuestros tiempos, sino que está repleta de elementos a partir de los cuales reinventar el amor y reflexionar sobre sus fronteras…
El tributo del amor y los zurcidos invisibles
Según el filósofo Roland Barthes, “la historia de amor es el tributo que el enamorado debe pagar al mundo para reconciliarse con él”. Eso pareciera suceder a Alma, la mesera que intempestivamente entra al glamuroso mundo de la moda cuando conoce a Reynolds, un celebre modista con quien acuden mujeres de alcurnia y hasta princesas. Los personajes se conocen en el restaurante donde ella trabaja y, casi sin mediaciones, comienza la historia de amor.
Pero –siguiendo a Barthes– el amor es intratable y se desenvuelve como una especie de relación tributaria, algo que la narrativa de Phantom Thread no tarda en mostrar. Cuando Alma va a la casa de Reynolds, pronto descubre que no están solos: ahí está también, como una esfinge, la hermana y mano derecha de Reynolds, Cyril, quien parece ya estar acostumbrada a los hábitos de su hermano.
Poco a poco se descubre que toda la casa está regida por el carácter metódico y estricto de Reynolds, algo a lo que Cyril ya está habituada. Nadie puede hacer ruido a la hora del desayuno, ni perturbarlo en su taller. El mundo sólo puede ser, en ese rincón de Inglaterra, como él quiere que sea, y todos deben actuar según sus reglas. La pregunta que surge es, ¿por qué Alma se queda ahí, cuando además pesa sobre ella el machismo exacerbado de su pareja?
Resulta casi insoportable verla aguantando tanto, cuando en una escena de la película ya le había pedido a Reynolds: “Hagas lo que hagas, hazlo con cuidado”. Y sin embargo, ella parece consciente del tributo que está realizando al insistir en que la historia de amor continúe. Porque Alma sabe que la realización del yo a través del amor no es algo sencillo; que el corazón late sin tiempo, y que no hay lugar idóneo para el despliegue del cariño.
En realidad, algo es indudable: Reynolds, a su manera, también está realizando su yo a través de Alma. Porque ahí hay amor, aunque haya también conflicto, como en toda historia de amor. Quizá nada justifica las acciones de Reynolds, ni antes ni después. Pero Paul Thomas Anderson no tenía pensado contar una historia de machismo; lo que sale a relucir más bien es la fortaleza de Alma, quien se enfrenta a un amor sin método ni hoja de ruta, pero ante el cual no se rinde. Ella sabe que no hay filosofía del amor, pues éste sólo puede ser una afirmación. Y ella lo afirma, sin importar a lo que tenga que recurrir.
En Phantom Thread, como en el amor, no hay promesas. Y puede ser que no sea sino sólo una preciosa puesta en escena sobre ese sentimiento por todos conocido; una historia de amor como quizá haya muchas… o ninguna.