A menudo se habla del gran conocimiento astronómico de las civilizaciones ancestrales como los sumerios y también de la perfecta alineación de las pirámides egipcias con las estrellas, pero poco se habla de la sofisticada astronomía maya. De hecho, a las sociedades occidentales les ha tomado más de cinco siglos comprender que el conocimiento maya es más que simples códices sin sentido, sino que guarda una profunda conexión con el cosmos y que, los pueblos ancestrales ya poseían información que el hombre moderno apenas ha ido descubriendo gracias a su tecnología.
Un vasto corpus de ciencia indígena escrita, que los españoles tanto lucharon por desaparecer, se ha ido redescubriendo y gracias a esto, poco a poco se comprende mejor la gran sabiduría maya sobre el cosmos y cómo este conocimiento formó las bases de su cultura.
En siglo XVI con la llegada de la conquista española a Mesoamérica, los hombres procedentes del Viejo Mundo colisionaron violentamente con la vida prehispánica. Tanto sus cosmovisiones como sus tradiciones y sabidurías, impactaron a los españoles que intentaron reformar de forma abrupta a las culturas mesoamericanas. En el proceso decenas de códices fueron quemados y con esto, la explicación de por qué sus impresionantes pirámides se encuentran cuidadosamente alineadas con las estrellas y los fenómenos astronómicos.
Desafortunadamente (o afortunadamente), muchos de los códices escaparon a las llamas mediante las manos de los saqueadores. Así, las escrituras sagradas de los mayos terminaron por aparecer en las bibliotecas extranjeras muchos años después.
El resurgimiento del conocimiento astronómico ancestral
Cuando el conocimiento astronómico comenzó a surgir de los pocos códices que todavía se resguardan, los arqueólogos e investigadores pusieron sus ojos en los territorios mayas que se extienden por México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Allí se han encontrado vastos complejos ceremoniales que fungían como talleres de astrónomos y que dan indicio sobre cómo pudieron haber desarrollado su gran sabiduría del cosmos.
Los códices también han fungido un papel crucial para conocer más al respecto. Uno de los códices que se salvó de las llamas y la destrucción, es el que se resguardado en la biblioteca de Dresden y que cayó en manos de un bibliotecario alemán y matemático aficionado de nombre Ernst Förstemann. Aunque el bibliotecario no pudo descifrar los glifos escritos por los mayas, sí logró descifrar los números inscritos en una de las tablas. Según Förstemann, estos corresponden a fechas exactas dentro del calendario maya de 260 días.
*Código de Dresden.
Hasta donde sabemos, los mayas se rigieron por un sofisticado y preciso calendario llamado Tzolk’in. El Tzolk’in representó un ciclo sagrado de 260 días, que estaba constituido por veinte trecenas (20 días contados 13 veces). Dentro de este calendario toman sentido todas las tradiciones de la vida ritual maya y ciclos de días que se entrelazan como engranes de un conocimiento perfecto. Y aunque poco a poco se ha ido perdiendo parte de la sabiduría ancestral, hoy en día los pueblos mayas tradicionales lo siguen usando en su día a día.
Förstemann pudo comprender que las fechas exactas inscritas en el códice, se apegan al ciclo sagrado del Tzolk’in y marcan dentro de este, los movimientos del planeta Venus en la bóveda celeste. La tabla muestra cómo el planeta oscila a través del cielo posicionándose como estrella de la mañana, para luego desaparecer y aparecer como estrella de la noche, casi exactamente cinco veces en ocho años.
Aunado a esto, los mayas también calendarizaron los movimientos de otros astros con alta precisión, quizá de las más exactas de las culturas ancestrales, pues conocían los movimientos en la bóveda celeste del sol, las estrellas, algunos planetas e incluso comprendían las fases lunares con gran exactitud. También se han descifrado tablas en códices rescatados que hablan de un calendario de eclipses solares.
La conexión del cosmos y los centros ceremoniales
Incluso para el hombre moderno con todo el avance científico y tecnológico, ha resultado un reto enorme el comprender cómo es que las edificaciones mayas se encuentran completamente conectadas al cosmos y sus movimientos. Quizá el mayor ejemplo de esta gran conexión sea el gran Templo de Kukulkán en Chichén Itzá, por el cual desciende la serpiente emplumada durante los equinoccios y que nos habla del profundo conocimiento astronómico que poseían. Pero no es el único ejemplo de alineación entre una edificación ceremonial y los fenómenos astronómicos.
Uxmal es otro de ellos, desde el Palacio del Gobernador que fue mandado a construir por Lord Chac en el 950 de la era común, se puede admirar la procesión venusiana en el cielo como estrella matutina y vespertina. La conexión con Venus es tan evidente que los más de 350 glifos inscritos en el templo significan ‘Venus’ o ‘estrella’. Incluso las numerosas esculturas de Chac aparecen grabadas con el número 8 (recordemos que Venus transcurre por sus cinco ciclos cada 8 años).
Mascaron Palacio del Gobernador by Hector Cauich on Sketchfab
*Un modelo 3D de un detalle del Palacio del Gobernador en Uxmal muestra la nariz rizada en forma de trompa de la deidad de la lluvia Chac. Sobre los ojos rectangulares de Chac hay una barra horizontal y tres puntos: el número 8 en escritura maya. Créditos: Héctor Cauich/José Huchim/INAH.
Pero pese a que esta ciudad maya ha sido un gran atractivo turístico y visitado por millones de personas, los arqueoastrónomos todavía están intentando descifrar su profunda conexión con el conocimiento del cosmos. Una de las teorías es que cuando Venus alcance su punto más austral en el cielo, cualquiera que se coloque en la puerta principal del Palacio del Gobernador, podrá admirar hacia el Este una pirámide completamente alineada con el planeta. De hecho, se cree que las edificaciones de Uxmal se colocaron en tal disposición para crear una línea de visión perfecta que es concordante con los ciclos de Venus.
Se han encontrado más evidencias sobre la gran sabiduría astronómica maya, sin embargo, los astrónomos y arqueólogos trabajan de la mano de los pueblos mayas que todavía guardan en sus tradiciones gran parte del conocimiento. Pero parece que será un largo camino para entender cómo los mayas lograron hacer traducciones precisas de la bóveda celeste y las incorporaron a su gran cultura.