El corazón… el órgano más importante del ser vivo se resguarda entre los rincones del cuerpo. Protegido por huesos, músculos, piel e infinitas conexiones, este centro de vida yace en nuestro interior intacto e invisible a la vista. Excepto para la rana de cristal, un ser traslúcido que deja al descubierto su corazón y el resto de su organismo.
Basta con echar un vistazo a la naturaleza para percibir la insólita forma de engendrar seres únicos. Ya sean arañas arcoíris, medusas electrificantes o enormes osos blancos, en cualquier sitio encontramos una máxima expresión de ingenio y chispa.
La rana de cristal, mejor conocida en el mundo científico como Hyalinobatrachium yaku, es el ejemplo ideal de un anfibio digno de fascinación. Comúnmente se encuentra en la selva amazónica de Ecuador, principalmente entre los arroyos y las hojas, siendo este el ecosistema ideal para reproducirse.
Es ahí, en su estructura transparente que toda la existencia de la rana de cristal toma sentido. Con poco menos de 2.5 cm de largo, las hembras resguardan en su vientre transparente los huevecillos de las próximas generaciones. Poco después, los machos absorben los huevecillos del vientre de la hembra para transportarlos a los bordes de las hojas selváticas y resguardarlos hasta su eclosión.
Al momento de nacer, algunas crías caen directamente al arroyo, donde continúan con su desarrollo. Algunas otras caen en las redes de la cadena alimenticia y se convierten en sustento para otras especies de la selva.
El camino de la rana de cristal en la selva
Hasta ahora, el biólogo evolutivo de la Universidad de San Francisco de Quito, en Ecuador, Juan Manuel Guayasamín, ha registrado a unas 14 ranas de cristal. Incluso, las describe como minimaravillas de la naturaleza, padres excepcionales y vertebrados asombrosos.
Más allá de la misteriosa tendencia de los machos de esta especie por cuidar de los huevecillos, la rana de cristal está dotada de una piel sin pigmentos que la hace única. No obstante, también cuenta con músculos, estructuras y fluidos transparentes en su interior, los cuales permiten que la luz se refleje y disperse hasta en un 50%.
Este peculiar físico también ayuda a las ranas a camuflarse de mejor forma en las copas de las hojas. Al mimetizarse con el ambiente, estos son anfibios de vuelven espejos biológicos. Amplifican el color verde y ante los ojos de los depredadores se confunden con el follaje de los árboles.
Los obstáculos de la mano del humano
En los pasajes aislados de la selva parecería casi imposible que algo perturbara la presencia de la rana de cristal. Sin embargo, se dice que el humano ha llegado a lugares realmente inesperados y el hogar de esta especie no ha sido la excepción.
En Ecuador, las actividades agropecuarios que han reemplazado grandes zonas de selva por monocultivos afectan directamente la estabilidad de la rana de cristal. La contaminación de los arroyos impide que las ranas crezcan correctamente o incluso los procesos de reproducción sufran transformaciones.
Al día de hoy la acción más importante para rescatar a esta especie de la extinción es la conservación del hábitat. Cada especie en el planeta tiene un papel importante que desempeñar y si perdemos poco a poco los pequeños integrantes, al poco rato la problemática será mucho mayor y podría ser tarde.