Amar es desgarrarnos para cosernos, rompernos para pegarnos. Amar es alejarnos para volver, dañarnos para curarnos. Amar es el más extravagante de los hábitos: un acto efímero en su eternidad. Un péndulo de Foucault oscilando infinitamente.
De entre las ambivalencias e incertidumbres que constituyen la esencia de esta pasión humana, existe un aparente antagonismo entre el amor al otro y aquel que guardamos para nosotros mismos.
Imagen: Henn Kim
Ambos pasan en nuestros tiempos por una crisis que los hace parecer irrealizables y, en ocasiones, también irreconciliables: no hay tiempo de amar a otros porque estamos muy ocupados procurándonos a nosotros mismos. O no nos amamos porque estamos muy ocupados salvando el mundo.
No obstante, amarnos a nosotros parece ser, verdaderamente, el principio desde el cual se desdobla el resto de nuestros actos. Por eso Ron Padgett, nuestro Paterson de carne y hueso, escribe:
Take care of things close to home first. Straighten up your room before you save the world. Then save the world.
(Encárgate primero de las cosas cercanas a casa. Arregla tu cuarto antes de salvar el mundo. Luego salva el mundo)
Parece urgente amarnos si queremos ser capaces de amar a otros en algún momento. Porque si no nos amamos, ¿cómo amar a otros? Esta parece ser la aritmética de las relaciones humanas, su lógica intrínseca.
Pero el amor no es reductible a operaciones matemáticas. Recuperar el amor propio en estos tiempos es, quizá, más difícil que nunca en la historia. Somos presa fácil de los vacuos discursos sobre el amor, cuya retórica cínica invita a “amarnos” desde el narcisismo y la mezquindad. Existen también los sustitutos inverosímiles: en lugar de amar, nos sumimos en nuestra psique depresiva y cultivamos un odio que poco a poco nos carcome.
Ante esas condiciones decadentes, es urgente plantear hipótesis radicales. ¿Qué tal si la única forma de recuperar el amor propio fuera admitiendo que no hay una hoja de ruta que nos marque cómo hacerlo? Suena desolador: si algo buscamos son respuestas tangibles, concretas y que nos den soluciones inmediatas.
Pero amar es precisamente lo contrario a todo ello. Amar –afortunadamente– no es una ciencia, y por ello, no existen métodos para aprender a amarnos ni para amar a otros. Por eso, aun en nuestros tiempos ensimismados, el amor sigue siendo un resquicio de libertad para quien se atreve a mirar desde ahí.
Aunque quizá una de las pocas cosas que se puedan afirmar sobre esa cosa contradictoria que es el amor (cuya semántica, por cierto, es el mayor reto de los lingüistas) es que tanto aquel amor que nos profesamos a nosotros mismos como el que le profesamos a los demás, son indisociables. Ambos tienen una autonomía relativa, tanto como nosotros la tenemos de los demás. Pero su aparente antagonismo o dualidad es producto de nuestra época, y no es sino una ilusión, como muchas de las que sustentan nuestras creencias.
El amor es una totalidad que sólo puede sobrevivir como tal, retroalimentándose cada una de sus partes de lo uno y lo otro. Hay una necesidad mutua, incluso cósmica, entre los tipos de amor, tal y como la hay en el individuo para con los otros, a quienes necesita para poder ser y desdoblarse en sus infinitas posibilidades.
Si algo resume esta idea en una cotidianidad sólo aparentemente sencilla pero en realidad sumamente compleja, es esta otra metáfora de Padgett en su poema “Love”:
That is what you gave me I become the cigarette and you the match Or I the match and you the cigarette Blazing with kisses that smoulder towards heaven
(Eso fue lo que me diste: yo me convertí en cigarrillo y tú en fósforo o yo en fósforo y tú en cigarrillo brillando con besos ardiendo hacia el cielo)
El amor propio sólo puede cultivarse cuando aprendemos a ser ya sea el cigarrillo o el fósforo. Es una relación dinámica que ocurre todo el tiempo, todos los días. No hay principios ni finales. No hay identidades definidas permanentemente. Sólo fósforos, cigarrillos y las chispas que simbolizan la valentía que implica amarnos y amar en un mismo tiempo.
* Ilustración principal: Sivan Karim