En la primavera de 2018 una serie de temblores con patrones de ondas sísmicas poco usuales comenzaron a gestarse en Mayotte, una isla francesa. Los expertos del mundo sospecharon de inmediato de actividad volcánica, ya que la isla tiene su origen en este tipo de actividad. Sin embargo, nada sucedió en aquel entonces hasta ahora que ha nacido un nuevo volcán tras una gran erupción en el Océano Índico.
Cuando las actividades volcánicas se avecinan, suelen presentarse enjambres sísmicos cerca de estas regiones. Y esta no fue la excepción, luego de tres años de que se registraran movimientos telúricos inusuales en la profundidad del océano, finalmente una gran erupción se ha gestado marcando el nacimiento de un nuevo volcán en el Océano Índico. Pero no se trata de cualquier erupción, sino de la mayor erupción en el mar de la que se tiene registro hasta ahora. Así lo describe Nathalie Feuillet del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia y cuyo artículo ha sido publicado en la revista Science.
El nacimiento de un volcán submarino
Desde que el volcán submarino anunciara su nacimiento con una gran erupción, ha crecido hasta alcanzar una altura de 820 metros. Y aunque se encuentra bajo el agua del océano, su tamaño es bastante grande, con cinco kilómetros cúbicos de volumen. La erupción se produjo cerca de la isla Mayotte, unos cincuenta kilómetros hacia el este, en el canal de Mozambique. El territorio que pertenece a Francia, forma parte del archipiélago de las Comoras que hasta ahora no habían presentado actividad volcánica, pese a que la isla misma es producto de esta.
“Se trata de la mayor erupción activa en mar profundo que haya quedado documentada”.
El equipo de investigación liderado por Feuillet, comenzó a monitorizar la región desde el 2019. En aquel entonces y con la ayuda de sonares, se dedicaron a inspeccionaron una zona del fondo marino que abarca más de 8 mil 500 kilómetros cuadrados de extensión. También instalaron sismómetros en el fondo del mar en esta área para registrar todo movimiento. No pasó demasiado tiempo antes de que tuvieran noticias de los increíbles movimientos en aquella región del fondo del mar.
Entre febrero y mayo, los sensores marcaron más de 17 mil temblores, lo que se considera como enjambres sísmicos. Pero también detectaron que el origen de estos provenía de entre 20 y 50 kilómetros del fondo marino. Es decir, que las probabilidades de que se tratase de actividad volcánica eran muy pocas hasta entonces. Pero el equipo decidió ir más allá y reconstruir con los datos obtenidos, cuáles deberían de ser las condiciones para que el culpable detrás de la sismicidad fuera un volcán.
La erupción submarina más grande
Descubrieron que se desarrolló a partir de una gran cámara magmática en el manto terrestre, colocada justo debajo de la corteza terrestre. Pero la actividad sísmica ayudó a que las rocas que conforman la corteza terrestre se fracturaran y finalmente dejaran ascender el magma que luego formó diques. Es decir que inmensas intrusiones tabulares de roca magmática rellenaron las grietas y dividieron la roca circundante. Lo que a su vez provocó la intensa actividad sísmica.
Luego de años de este proceso, el magma alcanzó el fondo oceánico donde gestó el nacimiento de un nuevo volcán en el Océano Índico mientras su cámara freática se vaciaba rápidamente. Y no se trató de cualquier erupción sino de una muy significativa, salvo que no podemos observarla por encontrarse debajo en el océano. «El volumen de lava en el episodio de Mayotte es comparable a las cantidades que se observan en las erupciones que se producen en los mayores puntos calientes volcánicos de la Tierra».
No se descartan futuras erupciones del volcán, aunque también existe la posibilidad de que haya vaciado por completo su cámara magmática. Por eso se ha establecido que un nuevo centro de observación vigilará la actividad del nuevo volcán submarino.
Referencias:
Feuillet, N. Jorry, S. Crawford, W. (2021). Birth of a large volcanic edifice offshore Mayotte via lithosphere-scale dyke intrusion. Nature Geoscience. 14, 787–795. DOI