La aviación fue, fuera de toda duda, uno de los avances más importantes para el ámbito de los viajes por el mundo, revolucionando esta actividad humana hasta cambiar completamente su significado: poco tiene que ver la noción de viaje tal y como la entendió, por ejemplo, Marco Polo, un caballero medieval en camino a las cruzadas, Goethe preparándose para visitar a Napoleón o incluso algún poeta latinoamericano —digamos, César Vallejo— buscando una estancia en Europa.
Sin embargo, la velocidad con que una aeronave nos transporta de un punto a otro también tiene algunas desventajas, sobre todo cuando se trata de trayectos prolongados, siendo el llamado jet lag la principal y más molesta de todas, esa pesadez de los miembros resultado del cruce vertiginoso de una zona horaria a otra.
Como remedio a este mal, investigaciones recientes apuntan hacia los ritmos circadianos, los ritmos biológicos que se repiten cada 24 horas y que están relacionados con los cambios periódicos de nuestro organismo (por ejemplo, el sentido de alerta o los cambios de temperatura corporal). Los ritmos circadianos se encuentran ligados íntimamente con las fases del día, teniendo su pico aproximadamente a las 5 de la mañana. Por consecuencia, los viajes en avión afecta también directamente esta dinámica natural.
Entre las recomendaciones más comunes, derivadas de observaciones científicas, que se hacen a este respecto, destaca la descubierta por Helen Burgess y otros investigadores del Centro Médico de la Universidad Rush de Chicago, cuyo estudio encontró que una exposición de 3 días a la luz matutina antes de partir de viaje, provoca un ajuste de los ritmos circadianos de 2.1 horas, con lo cual la sensación de jet lag se vería notablemente disminuida.
De esto también se concluye que modificar los patrones de exposición a la luz puede ayudar a sobrellevar el jet lag, especialmente en momentos importantes dentro de la lógica de los ritmos circadianos, como aquel en el que el cuerpo alcanza su temperatura mínima (si se acostumbra dormir 7 o menos horas, casi siempre es un par de horas antes de despertar; si 8 o más horas, 3 horas antes de despertar).
Con este dato lo siguiente es saber si necesitas adelantar o retrasar tus ritmos circadianos: hay que adelantarlos cuando se viaja hacia el Este y se pasa hacia una zona donde el horario se adelanta con respecto al propio; por el contrario, cuando se viaja hacia el Oeste, lo necesario es retrasar los ciclos del cuerpo.
Así, para adelantar los ritmos circadianos, evita la luz por 4 horas antes de que tu cuerpo alcance su temperatura mínima y exponte a la luz por otras 4 horas después de este momento. Lo contrario si lo que deseas es retrasarlos. Finalmente, modifica el mínimo de tu temperatura corporal a una hora más temprano si deseas adelantar y una hora y media más tarde si deseas retrasar.
Suena un tanto complicado, pero no lo es tanto, sobre todo cuando piensas en que mayores complicaciones son las que deja el jet lag, las cuales, además, no tendrían por qué sufrirse.
Para más información sobre los estudios al respecto, consulta este artículo en el sitio Scientific American (en inglés).