Ser humano es ser una casa de huéspedes. Como decía el poeta Rumi, “cada mañana hay una nueva llegada: alegría, depresión, miseria, cualquiera llega como un visitante inesperado”. Las emociones difíciles, así como las placenteras, existen para guiarnos. La frustración, la tristeza, el deseo, el miedo, todas pueden ser maestras si se está dispuestx a aprender de ellas. Surgen para ser escuchadas.
Pero, ¿y si no queremos oírlas? Entonces toman mayor fuerza y se manifiestan en gritos, cólera, golpes, arranques de ira, agresiones y violencia, que no dejan nada sino pérdida del control, arrepentimiento, culpa o frustración.
Cultivar la paciencia y aprender a convivir con la ira o el enojo no es fácil, pero tampoco es imposible. Casos como el del chef Éric Ripert nos demuestran que, más allá de la cólera, nuestra mente reclama un poco de entendimiento pacífico.
Éric Ripert es chef del restaurante Le Bernardin, uno de los más famosos de Nueva York, que ofrece lo más moderno en marisquería francesa. Mantener el número 17 en el ranking de los mejores restaurantes del mundo debió de haberle provocar mucha tensión. Una olla a presión que en cualquier momento podría explotar; pero, ¿se puede cocinar con una filosofía amable?
Durante mucho tiempo, su arte culinario se creaba en un ambiente hostil. La forma en la que el chef trabajaba con su equipo contrastaba, paradójicamente, con la nobleza que ofrecían sus platillos.
“La cocina es un ambiente muy difícil. Es caliente, hay objetos filosos, mucha gente; es un lugar peligroso para estar”, explica Éric; “es un ambiente potencialmente violento donde se levanta la voz, y muchas veces, los chefs tenemos temperamentos difíciles”.
Aventar platos, abusar verbalmente de sus empleados y humillar a su equipo eran parte de las prácticas diarias de este chef, hasta que aprendió a afrontar su enojo. Encontró la receta para domesticarlo.
Si no puedes soportar el calor, sal de la cocina. Pero si eso no es una opción, vas a necesitar una mejor estrategia.
En este sentido, el budismo fue para Ripert más que una religión, una ciencia y una filosofía. Las enseñanzas del budismo lo inspiraron a cultivar la paciencia, a cambiar su mente y la manera en la que reaccionaba ante el estrés. Además, halló la filosofía que le ayudó a conocerse mejor.
Practicar el budismo y llevar sus buenos hábitos a la cotidianidad –por ejemplo, mirar árboles, respirar profundo o refugiarse en el silencio de vez en cuando– son algunas formas de ayudarnos a recuperar el dominio del ser, a dominar la cólera y desarrollar el coraje.
Ya lo concluían los intelectuales y las antiguas escuelas filosóficas: ser colérico es ser esclavo de sí mismo y de los otros; “[a los coléricos,] no importa quién, puede agitarlos, atormentarlos, enloquecerlos”, escribía Amado Nervo.
Así que antes de reaccionar al estilo de un juez de Top Chef, respira, percibe, contempla qué emoción te está visitando y escucha sus motivos; tal vez sólo necesites respirar fuerte y hondo durante unos minutos para entender claro.
[related]