La oscuridad cae por completo ante nuestros ojos y de pronto, los rostros comienzan a surgir por doquier. La tendencia humana de encontrar lo semejante de forma omnipresente tiene un nombre y no, no es usted el único que lo experimenta. La habilidad de darle formas de rostros humanos hasta la más mínima expresión amorfa tiene su propia denominación: pareidolia. Pero, ¿por qué es que el cerebro humano está programado para detectar rostros donde no los hay? Es un gran cuestionamiento para comenzar.
¿Qué es la pareidolia?
La pareidolia es el nombre dado a un fenómeno psicológico que nos hace observar imágenes, figuras y rostros humanos donde no los hay. De hecho, es bastante común que durante la infancia, abiertamente los niños busquen figuras humanas en todo su alrededor, como la práctica común de mirar hacia el cielo para encontrar figuras conocidas en las nubes. Precisamente a este fenómeno es al que se le denomina pareidolia y quizá sea la razón por la que le teme a la oscuridad.
Aunque parece más un fenómeno misterioso, en realidad la pareidolia responde al desarrollo evolutivo. Esto es, el cerebro está preprogramado para ahorrar tiempo cuando el caos de sombras y luces reina ante él, de esta forma, se anticipa a cualquier peligro y hace predicciones como una forma de filtrado rápido de información del exterior.
Esto es porque dentro del proceso evolutivo, debemos ser capaces de detectar cualquier presencia, ya que si hay un rostro cerca, significa que hay también una mente cerca, y esto a su vez, nos sugiere que hay alguien que potencialmente puede causarnos mucho bien o mucho daño. El cerebro debe ser capaz de detectar estos estímulos en tan sólo segundos para mantenerse alerta de cualquier peligro.
El porqué casi siempre estas pareidolias toman forma de rostros o figuras humanas más allá de animales u otras figuras conocidas, es más simple de lo que parece. Evolutivamente el hombre ha desarrollado redes neuronales que se encargan de procesar estímulos relevantes para nosotros, en ese sentido, lo conocido es lo que primero surge a la vista, lo más cercano a un humano es precisamente otro humano.
Giro fusiforme
El cerebro humano es una maravilla de maquinaria, pues tiene sus propios circuitos que se activan para procesar la información visual específicamente cuando se trata de distinguir caras humanas. A estos circuitos se les denomina como ‘giro fusiforme’ y se encuentra directamente controlado por el encéfalo. No es una sorpresa que cuando alguien experimenta una pareidolia, esta región del cerebro se ilumina por completo, lo que significa que es el responsable de que podamos observar un rostro con emociones incluso en una fotografía de un grifo o de una simple caja.
Así que aunque por culpa de las pareidolias muchos le teman a la oscuridad, lo cierto es que es un mecanismo brillante con el cual el cerebro ahorra tiempo y se prepara para lo que sea necesario. Un proceso evolutivo que explica por qué miramos rostros donde no los hay.