Alrededor de las misiones Apolo hay muchas teorías, incluso hay quienes se atreven a suponer que el hombre en realidad nunca pisó la Luna. Una de las hipótesis, toma a los cinturones de Van Allen para fundamentar que la humanidad jamás pisó su satélite natural. Según estas historias, los astronautas hubiesen muerto al cruzar dichos cinturones por la gran cantidad de radiación que se aloja en esa zona. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? Para comprender cómo es que se entretejen estos cinturones y la llegada el hombre a la Luna, primero hay que comprender qué son y para qué sirven.
¿Qué son los cinturones de Van Allen?
Hace más de medio siglo, los estadounidenses se preparaban para iniciar su carrera espacial en contra de la Unión Soviética. Luego del lanzamiento de los Sputnik 1 y 2 soviéticos, Estados Unidos lanzó su Explorer 1, su primer cohete espacial y a bordo del cual se encontraba el contador de radiación Geiger. Aquí se suscitó el primer acercamiento con lo que hoy conocemos como los cinturones de Van Allen.
Muy por encima de la atmósfera de la Tierra, la radiación captada por Geiger no era de origen terrestre, sino que era de una región que los científicos consideraron alguna vez como desprovista de partículas. Sin embargo, se encontraron con algo que desconocían y que no se esperaban. Esperaban encontrar radiación proveniente de los rayos cósmicos, en cambio registraron niveles mucho más altos de los esperado.
La radiación registrada por el Explorer 1, fue el primer vistazo a los cinturones de radiación de la Tierra, dos anillos concéntricos de partículas energéticas que rodean al planeta. El cinturón interior, compuesto predominantemente por protones. Y el cinturón exterior, que contiene en su mayoría electrones, se llamarían los cinturones de Van Allen. Se les nombró así en honor a James Van Allen, el científico que dirigió la carga que diseñó los instrumentos y estudió los datos de radiación de la misión.
Tienen forma de toroide y se extienden por encima de la atmósfera. El cinturón interior se alza entre los 1,600 y los 13,000 kilómetros de la superficie terrestre, mientras que el cinturón exterior se extiende desde los 19,000 a los 40,000 kilómetros de altura. Para ponerlo en contexto, la Estación Espacial Internacional orbita alrededor de la Tierra a tan solo 390 kilómetros de altura. Por lo que los cinturones están mucho más allá de las capas de la atmósfera.
¿De qué están hechos los cinturones de Van Allen?
El cinturón exterior está formado por miles de millones de partículas de alta energía que se originan en el Sol y quedan atrapadas en el campo magnético de la Tierra. Un área que conocemos como magnetosfera y que es producto de las interacciones del metal fundido en el centro de nuestro planeta. El cinturón interior, por su parte, resulta de las interacciones de los rayos cósmicos con la atmósfera de la Tierra.
Las investigaciones han apuntado a que aunque hay una gran cantidad de radiación contenida en esta región que rodea a la Tierra, en realidad, los cinturones actúan como escudos protectores de partículas de alta energía. Es decir, que atrapan estas partículas y las mantienen lejos de la vida, flotando allá arriba de nosotros.
¿Y la Luna…?
La historia entre los cinturones de Van Allen y la llegada del hombre a la Luna se entretejen justamente cuando los conspiranóicos aseguran que para salir de la Tierra, los astronautas destinados a la Luna, no hubieran soportado tal cantidad de radiación. Desde esta lógica, tanto los astronautas como el cohete mismo, habrían sufrido graves consecuencias y que, por lo tanto, la humanidad nunca salió del planeta y nunca llegó hasta la Luna. Pero, ¿hay posibilidad de que esto sea cierto?
Aquí viene un gran ‘depende’. Es verdad que la radiación alojada en los cinturones de Van Allen es potencialmente mortal para los hombres. Así como también es verdad que los astrofísicos se enfrentan a ello cuando se trata de mandar misiones espaciales, ya que la radiación sí puede dañar los dispositivos. Sin embargo, el tiempo es la clave que determina cuál es la cantidad de radiación absorbida.
Las misiones Apolo atravesaron las zonas de los cinturones terrestres en cuestión de minutos. Tardaron tan sólo 30 minutos en atravesar el cinturón interior de protones, el más peligroso de los dos. La cantidad de radiación absorbida tanto por el cohete como por los astronautas, fue mínima y no causó estragos. Por lo que no puede utilizarse a los cinturones de Van Allen como un argumento falsacionista en contra de la llegada a la Luna.
Sin embargo, no hay que subestimar esta zona que habita en las afueras de la Tierra. La radiación que aloja, es uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los ingenieros y astrofísicos cuando se trata de misiones espaciales. Muchos satélites que han atravesado estas regiones en repetidas ocasiones, han sufrido daños irreversibles, aunque esto ha sido a lo largo de varios años.