Los vampiros han formado parte del inconsciente colectivo desde tiempos milenario, ya sea como una visión de criaturas escalofriantes a las que debe temerse o por el contrario, como seres de gran belleza cuya peligrosidad atrae a cualquiera que se deje embelesar por su misticismo. Pero lo cierto es que, al pensar en los orígenes del surgimiento sobre sus narrativas, la literatura es la primera que salta a la vista. Especialmente Drácula de Bram Stoker, se ha colocado como la piedra angular y el ejemplo a seguir en el mundo vampírico, pero antes de Drácula existió Carmilla, la vampira original de la Europa moderna.
Antes de que Drácula de Bram Stoker viera la luz, en Irlanda surgió una historia de gran belleza que se balancea entre la sensualidad y el espanto, que rompe todos los estereotipos de una sociedad victoriana dictada por la represión. Carmilla, una novela escrita por Joseph Sheridan Le Fanu y publicada en 1871, es la primera historia moderna protagonizada por una vampira.
El relato cuenta la historia en primera persona de Laura, una joven inglesa que cae presa de una hermosa vampira llamada Carmilla. Al principio el miedo se apodera de Laura, quien teme a la desconocida que posee el aspecto de sus más entrañables pesadillas de la niñez. Sin embargo, conforme la narrativa avanza, Laura termina cautivada por la sensualidad de la vampira, llegando incluso a establecer una relación que emerge con gran intensidad entre ambas.
Una historia que no se apega a la heteronormatividad
La novela incorpora diversos factores que hoy en día observamos en las historias vampíricas, como el temor que acecha a una comunidad pues las jóvenes doncellas caen enfermas sin explicación alguna. La figura de la vampira se alza como una amenaza para la comunidad que es salvada por un apuesto cazavampiros, un elemento que también aparece en las novelas posteriores a Carmilla.
De hecho, la mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que Carmilla tuvo una gran influencia en el propio Bram Stoker. Pues el escritor incorpora una estética similar en su novela Drácula, aunque en cierta forma da mucho mayor énfasis a los recursos. En ambas historias las criaturas no muertas tiene mejillas sonrosadas, ojos grandes, labios carnosos y una sensualidad que raya en lo irresistible.
Sin embargo, no son los elementos que Carmilla comparte con las demás novelas vampíricas los que la hacen destacable, sino precisamente sus diferencias. La historia se centra en la relación intensa naciente entre dos personajes femeninos, cuya narrativa presenta tinturas de sensualidad que no aparecen en ninguna otra obra sobre vampiros. El hecho de que no exista una figura masculina que embelesa con cautela a la protagonista, hace completamente la diferencia.
Carmilla por tanto, es la antítesis del mundo heteronormativo que se ha convertido en un precepto hegemónico luego de que Drácula hiciera su triunfal aparición y que viera reducido el protagonismo vampírico a la figura masculina. A más de siglo y medio de que se escribiera Carmilla, la vampira original de la Europa moderna gana ahora más fuerza que nunca y se alza de entre las tinieblas para recordarnos que el poderío no se rige por la normativa.