Miguel Rothschild trabaja casi como la naturaleza lo hace. No importa qué material u objeto se encuentre, el artista convoca a la más profunda imaginación para darle vida a los paisajes naturales más cautivantes e imponentes del mundo (como el océano).
Este multidisciplinario creador capturó la sutil circulación de las corrientes marinas en telas. Los textiles suspendidos juegan con la impresión del espectador hasta que lo hacen navegar por lo que serían olas falsas.
Todos los elementos se convierten en una totalidad única: los filamentos, la tela, el color y las luces. La riqueza cromática del océano y sus olas, que sólo podemos apreciar en la realidad, ha logrado fundirse en un azul oscuro profundo. Los destellos naturales del sol reflejado en el agua se distinguen gracias a la configuración de la escultura.
Sólo nos faltarían sus coloridos habitantes para sentirnos en un ecosistema completo. La poética expresión de las olas nos otorga calma inmediata. Podríamos pensar que por ser una representación superficial y abstracta no tiene el mismo efecto en nosotros, pero es tan mágico como el mar real.
Sin embargo, el mar—sin importar su presentación— es hipnótico y deslumbrante. La energía de su fuerza se transmite de tantas maneras que termina por hechizarnos, incluso a través de una fotografía. Más allá de sus fastuosos colores, sus habitantes únicos y la metamorfosis de su movimiento, el mar es el portento de nuestro planeta, y como él no habrá ninguno otro.
Elegy y De profundis son las representaciones de la superficie marina que ahora se exponen en Berlín. Y que, desde el otro lado del mundo, podemos apreciar a través de estas increíbles fotografías.