Cada otoño, los árboles se tiñen de tonalidades rojas, amarillas y marrones. ¿Por qué sucede esto?
Conforme los días comienzan a acortarse, la ausencia de luz de sol provoca que cambie la producción de tres de los pigmentos más importantes de las hojas: clorofila, carotenoides y antocianinas.
Clorofila
Se encuentra en las hojas de las plantas, es el compuesto encargado de realizar la fotosíntesis (convertir el CO2 en oxígeno y carbohidratos) y es quien absorbe los rayos rojos y azules de la luz del sol (y refleja las ondas verdes, de ahí el color).
La clorofila es el motor de las plantas, por eso en periodos de crecimiento como la primavera y verano es el pigmento más abundante. Sin embargo, es un compuesto no muy estable. Cuando los días se acortan y las temperaturas bajan, la clorofila se descompone y los pigmentos verdes se comienzan a deslavar.
Carotenoides
Los carotenoides también absorben los rayos de sol y ayudan a la fotosíntesis, sólo que lo hacen a menor escala, absorbiendo una diferente gama de rayos de luz (absorben los azules y verdes, así que reflejan los amarillos). Cuando la clorofila comienza a descomponerse, queda el amarillo de los carotenoides. Cuando éstos también comienzan a desaparecer, queda el color marrón, por ejemplo el de los robles.
Antocianinas
Finalmente, las antocianinas absorben rayos azules y verdes y reflejan una gama de colores como escarlatas, o incluso púrpuras, por eso árboles como los maples o los zumaques (los de las fotos), se ven de color rojo.
Por supuesto hay muchos otros factores que contribuyen al cambio de color de las hojas de los árboles, como la temperatura, humedad, pH y las condiciones del suelo. Pero es la luz (y su ausencia) la que juega el papel más importante en el cambio de colores que adorna cada otoño.
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