En un lugar sumamente alejado de la bóveda celeste, la poesía se transforma en luminiscencia, las cuevas de galaxias se esconden en lo profundo de la tierra y asemejan un universo apartado.
La danza luminiscente de las estrellas a través de la noche brillante, se refleja en nuestros ojos al mirar hacia la bóveda celeste. El contraste de negrura con destellos hechizantes en el cielo nos hace perdernos en la inmensidad de lo verdaderamente profundo. Entonces un sentimiento de recobro invade el ser y nos transforma en otra cosa, algo que antes no conocíamos.
Casi por instinto buscamos los cielos para disfrutar del espectáculo de luminiscencia, pero qué sucedería si descubres que no es el único sitio que nos ofrece poesía convertida en experiencia visual. Las cavernas en su mayoría son la antítesis de la bóveda celeste, espacios reducidos de negrura pura, pero en la región de Waitomo, en Nueva Zelanda existe un universo único en su especie.
Unas cuevas que parece ser más bien un laberinto formado por túneles sinuosos de galaxias que existe desde hace 30 millones de años. Y por más asombroso que parezca, la experiencia visual más exquisita se encuentra en los más profundo de su interior.

Neil Silverwood
El techo de la cueva en Nueva Zelanda, parecen miles de destellos formando galaxias de estrellas azules. La luminiscencia que roza en lo etéreo se produce gracias a los llamados gusanos luminosos Arachnocampa luminosa, que luego de liberar sus huevos utilizan una compleja y exquisita estrategia para alimentarse.
Un ciclo sin fin que alimenta la poesía visual
Los gusanos crean redes de seda colgantes del techo de la cueva, desde los que dejan caer docenas de hilos pegajosos alrededor de su nido. Sólo queda esperar en el techo, a que un ser viviente se dirija a la muerte radiante y silenciosa de caer en las trampas luminiscentes. Cuando por fin se obtiene éxito y una presa queda enredada en los hilos de seda, los gusanos tiran de él para ponerle fin a su existencia.
Estos gusanos luminosos son el epítome de lo efímero de la vida. Una vez que alcanzan la edad adulta, se convierten en insectos que corren el riesgo de terminar siendo devorados por sus propias larvas. Un ciclo sin fin que mantiene encendida la poesía visual de la cueva con sus grandes destellos luminiscentes.
Pero debe tenerse mucho cuidado si lo que se quiere es mirar el espectáculo en su máximo esplendor. Los gusanos son sensibles al ruido, si se percatan de él entonces se espantan y dejan de brillar. Por lo que los visitantes deben permanecer en completo silencio si quieren apreciar la cueva con destellos de galaxias azules, no hay silencio que valga más la pena que este.