El hielo es una de las superficies más propensas a generar micromundos en su interior. Cualidades como su capacidad para reflejar la luz así como para contener patrones de grietas entretejidos con preciosa complejidad, hacen de los bloques de hielo un cuerpo esencialmente onírico.
Lo anterior queda manifestado cuando estos grandes cuerpos de hielo recién emergen del agua. Recordemos que lo que vemos de un iceberg es sólo una porción de su masa, el resto está oculto bajo las aguas. Por la influencia de diversos factores como el derretimiento de la porción que supera la superficie, así como el vaivén del mar, cada cierto tiempo el iceberg gira sobre sí mismo, verticalmente, invirtiendo así sus lados (el que estaba expuesto queda sumergido y el que estaba inmerso aflora). Por eso es que algunos icebergs se ven blancos (debido al contacto de los rayos solares con su superficie), mientras que los otros, recién emergidos, manifiestan insinuantes tonos de azul.
En este caso, el fotógrafo californiano Alex Cornell capturó imágenes de un iceberg fresco. Durante un viaje por la Antártida, Cornell documentó una estremecedora gama de azules impresa en dicho cuerpo que parece “mas un artefacto galáctico que cualquier elemento terrestre”. En las fotografías podemos apreciar una especie de gema transdimensional que nos recuerda, por si acaso hiciese falta, que la estética natural no tiene límites. Además, insinúa que el paraíso, tal vez, tenga mucho de azul.
Twitter del autor: @ParadoxeParadis