El té es una de las bebidas más populares del mundo y también, una de las más antiguas. Sus orígenes se encuentran en el lejano Oriente, sobre todo en China, en donde se ha bebido al menos desde el año 2000 antes de nuestra era. En la época moderna, sin embargo, se le asocia con la India, en donde existen enormes plantaciones, herencia del colonialismo británico que en el siglo XIX quiso arrebatar a los chinos el monopolio de la producción y el comercio de la Camellia sinensis.
En las últimas décadas el té ha ganado prestigio por numerosos estudios respecto de los beneficios que aporta para la salud humana, argumentos con respaldo científico que lo han vuelto todavía más respetable.
Sin embargo, como demuestra la maniobra del Imperio Británico, dicha planta no ha estado nunca exenta de las prácticas de su tiempo. Ahora, es cierto, no se trata tanto de pelear la hegemonía de un mercado pero, de cualquier modo, el afán de ganancia que caracteriza al modo de producción capitalista genera sus propios ajustes, aunque siempre con el mismo propósito: producir tanto como se pueda, para obtener la mayor ganancia posible.
En nuestra época, ese principio encuentra expresión en algo muy concreto: el uso de pesticidas. ¿Por qué rociar un campo de cultivo con químicos que eliminen a las plagas? Porque así, el margen de pérdidas de la producción se reduce y por lo mismo, también el de la ganancia. ¿Y si los pesticidas son tóxicos para el entorno, incluido el ser humano? No importa, porque lo único que importa es la ganancia.
Hace un par de semanas, la organización internacional Greepeace dio a conocer este informe en el que evalúo la cantidad de pesticidas presente en distintas muestras de té cultivado en China y la India y, además, procesado por algunas de las marcas transnacionales más importantes: Twinings, Golden Tips, Lipton y otras. Greepeace analizó las muestras a partir de los niveles de pesticidas considerados “no peligrosos” por organismos como la Unión Europea o la Organización Mundial de la Salud de la ONU.
En el estudio se examinaron 46 muestras de té cultivado en la India, de las cuales 46 (94%) mostraron residuos de al menos un tipo de pesticida; 29 (59%) tuvieron rastros de un “coctel” de más de 10 diferentes pesticidas y 18 (37%) excedieron los niveles máximos de pesticidas permitidos por la Unión Europea.
Por otro lado, Greepeace resalta que esta situación se debe en buena medida a la ambigüedad de la legislación india, en la cual el uso de pesticidas no está claramente regulado y, por lo mismo, las productoras no están obligadas a reportarlo.
En cuanto a las consecuencias de entrar en contacto con pesticidas, Greenpeace cita en su informe un par de investigaciones sobre los efectos de estos tanto en los trabajadores de las plantaciones como en una persona habituada a beber té. En los primeros, los daños van de incomodidades inmediatas como dolor de cabeza o muscular a efectos genotóxicos. Sobre el segundo grupo, el de los consumidores, la organización acepta que el impacto de los pesticidas en la salud es casi imposible de evaluar.
A continuación compartimos el informe de Greenpeace (en inglés y en PDF), e invitamos a nuestros lectores a formarse su propia opinión sobre el asunto.
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