Si algo es común en el paisaje japonés -además de los cerezos- son los jardines karesansui o jardines zen. En un paseo por distintos templos se pueden encontrar estos jardines de arena y rocas, también conocidos como kasansui , furusansui y arasensui. Estos espacios intentan expresar la belleza y calma de la naturaleza, esa sensación que se encuentra en las montañas y en las olas del mar en un espacio mucho más pequeño y personal.
¿Qué es un Jardín zen?
Con un ambiente minimalista, resaltando la belleza del vacío y lo simple buscando relajar la mente del espectador, el jardín lleva a la meditación para favorecer la serenidad interior y reducir el estrés. Todo esto lo logra a través de su estructura de arena blanca, rocas y vegetación.
En esencia, el jardín es el espacio en donde se unen elementos secos. Asimismo, donde se intenta imitar la serenidad de la naturaleza y el equilibrio.
El nacimiento de los jardines
Tras la llegada del budismo zen de China a finales del siglo XIII, los jardines continuaron desarrollándose en el período Muromachi (1333-1573). Algunos samuráis y señores de guerra que admiraban el budismo por su enfoque en el control y la autodisciplina decidieron dedicarse a las artes de inspiración zen. En poco tiempo las enseñanzas del jardín zen se hicieron presentes en Japón, fusionando así el tributo de dos culturas al poder de la naturaleza y la mente.
Los monjes y samuráis comenzaron el diseño de estos jardines sustituyendo el agua por arena e incorporando piedras para crear un paisaje atemporal. Sin importar el paso del tiempo, las rocas y la arena podían permanecer inertes, llenas de equilibrio y dispuestas a reacomodarse en caso de que llegue el cambio.
Significado del jardín zen: un espacio para conectar
Cada uno de los elementos de un jardín zen trabaja a favor de algo, en esencia son expresiones de algunas verdades filosóficas. Por ejemplo, la función de la arena blanca es representar el movimiento de las corrientes de agua; por otro lado las rocas representan elementos de un paisaje: islas, montañas, arboles y animales, proporcionando un equilibrio en grupos de tres.
Pero en un jardín zen los elementos no funcionan solos, todo es parte de un acto colectivo con un mismo propósito. De acuerdo con Shunmyō Masuno, un ishitate-so del siglo XXI (sacerdote que coloca roca), el jardín zen es una espacio que intenta “restaurar la humanidad de las personas”.
Es especialmente útil para aquellos que viven encerrados en las ciudades, envueltos en edificios y espacios pequeños sin un paisaje natural. Alejados de los elementos claves de la vida y la existencia. Son espacios que ayudan a encontrar el equilibrio, que crean amplitud en la mente y despejan la bruma. La calma dentro del caos.