Durante años nos enseñaron que un día dura exactamente 24 horas, pero la realidad es un poco más flexible. La rotación de la Tierra está cambiando lentamente, y la ciencia lleva décadas midiéndolo con una precisión extrema. El derretimiento de los polos, el movimiento del agua y la influencia de la Luna están alargando los días, aunque de forma tan sutil que nadie lo nota en su rutina diaria. Aun así, el fenómeno es real y ya tiene implicaciones tecnológicas y científicas. Entenderlo es asomarse a un planeta vivo, dinámico y en constante ajuste.
La rotación de la Tierra no es tan exacta como creemos
Aunque hablamos de días de 24 horas, en realidad esa cifra es un promedio. La Tierra no gira como una máquina perfecta: su rotación presenta pequeñas variaciones diarias y anuales. Cuando los científicos miden el tiempo usando estrellas lejanas como referencia, obtienen el llamado día sideral, que es ligeramente más corto que el día solar que usamos en los relojes.

Estas diferencias existen porque la Tierra gira sobre su eje mientras se mueve alrededor del Sol. A lo largo de millones de años, esta rotación ha ido ralentizándose de forma constante, algo confirmado gracias a observaciones astronómicas, relojes atómicos y registros históricos de eclipses antiguos.
La Luna y las mareas: el freno invisible del planeta
La principal responsable del alargamiento de los días es la Luna. Su gravedad genera las mareas en los océanos, y ese movimiento masivo de agua produce fricción con el fondo marino. Esa fricción actúa como un freno diminuto pero permanente sobre la rotación terrestre. La Tierra pierde energía rotacional y la Luna se aleja lentamente, unos centímetros cada año.

Este intercambio de energía entre la Tierra y la Luna es un proceso bien documentado y medido con gran precisión. No es una teoría reciente ni una especulación moderna: es física básica aplicada a escalas planetarias, y explica por qué los días actuales ya son más largos que los de hace cientos de millones de años.
El clima también está cambiando la duración del día
Además de la Luna, el propio planeta influye en su rotación. Estudios financiados por la NASA muestran que el derretimiento de los hielos polares y la redistribución del agua debido al cambio climático están modificando el eje de rotación de la Tierra. En los últimos 120 años, este eje se ha desplazado varios metros.

Cuando grandes masas de hielo se derriten y el agua se redistribuye hacia los océanos, el planeta cambia ligeramente su equilibrio, como una bailarina que extiende los brazos mientras gira. Ese cambio altera la velocidad de rotación, aunque el efecto sea minúsculo a escala humana.
¿Cuándo tendremos días de 25 horas?
Aquí es donde conviene bajar el dramatismo. Aunque muchos titulares sugieren un cambio cercano, la ciencia es clara: un día de 25 horas no llegará pronto. Las estimaciones más aceptadas indican que harían falta alrededor de 200 millones de años para que la duración del día aumente una hora completa, siempre que el sistema Tierra-Luna continúe evolucionando como hasta ahora.

Eso no significa que el fenómeno sea irrelevante. Hoy en día, sistemas como el GPS, las telecomunicaciones y los satélites dependen de una sincronización extrema entre el tiempo atómico y la rotación real del planeta. Por eso existen los segundos intercalares, pequeños ajustes que mantienen alineados nuestros relojes con la Tierra real.
El tiempo como recordatorio de un planeta vivo
El hecho de que los días cambien, aunque sea imperceptiblemente, nos recuerda algo importante: la Tierra no es un objeto rígido y estático. Es un sistema complejo donde océanos, hielo, atmósfera y cuerpos celestes interactúan de forma constante. El tiempo que medimos es solo una aproximación humana a un planeta en movimiento.

Quizá nunca vivamos para ver un día de 25 horas, pero entender estos cambios nos conecta con escalas de tiempo mucho más grandes que una vida humana. ¿Qué otros procesos invisibles estarán ocurriendo ahora mismo bajo nuestros pies, sin que apenas los notemos?




