Durante el invierno, la Gran Muralla China cubierta de hielo se convierte en un ejemplo visible de cómo el clima puede modificar incluso las construcciones más antiguas y resistentes del mundo. En el norte de China, las bajas temperaturas, combinadas con humedad y nieve, generan capas de hielo sobre los escalones y rampas de piedra del monumento. Este fenómeno no es nuevo, pero cada año ofrece una oportunidad para observar de cerca la relación entre clima extremo, materiales históricos y entorno natural. Lejos de ser solo una imagen llamativa, el hielo en la muralla revela procesos físicos y ambientales que merecen atención.
¿Qué está ocurriendo con la Gran Muralla China cubierta de hielo?
En regiones cercanas a Pekín, como Badaling, Mutianyu y Jinshanling, el invierno trae temperaturas que frecuentemente descienden por debajo de los 0 °C. Cuando la nieve se derrite parcialmente durante el día y vuelve a congelarse por la noche, se forma una capa de hielo compacta sobre la piedra. Este proceso, conocido como ciclo de congelación y deshielo, es común en climas fríos y tiene efectos visibles en superficies expuestas.
La piedra de la Gran Muralla, colocada hace siglos sin morteros modernos, permite que el agua se infiltre en pequeñas grietas. Al congelarse, el agua se expande, endurece la superficie y la vuelve extremadamente resbaladiza. Así, las pendientes que normalmente ya son pronunciadas se transforman en superficies difíciles de recorrer.
¿Por qué el invierno en China favorece este fenómeno?
El norte de China se caracteriza por inviernos fríos y secos, con masas de aire continental que descienden desde Siberia. Estas condiciones provocan noches muy frías y días con ligeros aumentos de temperatura, el escenario ideal para la formación de hielo persistente.
🇨🇳 | Debido al intenso frío en el norte de China, este tramo de la Gran Muralla se convirtió en una pista de hielo.
Muchos de los turistas tuvieron la oportunidad de usar el monumento como tobogán.
pic.twitter.com/lu9vWDDAnC— Alerta News 24 (@AlertaNews24) December 28, 2025
Además, la orientación de ciertos tramos de la muralla limita la exposición directa al sol, lo que impide que el hielo se derrita con rapidez. Este detalle explica por qué algunas secciones permanecen congeladas durante días o incluso semanas. No se trata de un evento extraordinario, sino de un patrón climático que se repite cada temporada invernal.
Riesgos físicos y desgaste del monumento
Más allá del riesgo para quienes la recorren, el hielo también afecta a la estructura. El ciclo constante de congelación y expansión puede acelerar el desgaste de la piedra, desprender fragmentos y ampliar fisuras existentes. Con el paso del tiempo, este proceso contribuye a la erosión del monumento.
Por esta razón, especialistas en conservación monitorean las zonas más afectadas durante el invierno. En algunos tramos se aplican medidas temporales como limpieza manual, colocación de sales industriales o restricciones parciales de acceso. La prioridad es reducir daños sin alterar el equilibrio histórico del sitio.
La piedra frente al frío: una batalla silenciosa cada invierno
La Gran Muralla permanece abierta durante gran parte del invierno, una decisión que responde tanto a criterios administrativos como a la importancia económica del sitio. Sin embargo, desde un punto de vista ambiental, esto plantea preguntas relevantes: ¿hasta qué punto debe adaptarse el acceso humano a las condiciones climáticas?, ¿cómo proteger una estructura milenaria frente a un clima cada vez más variable?
El hielo en la muralla es un recordatorio de que los monumentos históricos no están aislados del entorno natural. Cambios en los patrones de temperatura, frecuencia de nevadas y duración del frío pueden modificar la forma en que estos sitios envejecen y se conservan.
Un laboratorio natural a cielo abierto
La Gran Muralla China cubierta de hielo funciona, en cierto sentido, como un laboratorio natural. Permite observar cómo los materiales antiguos reaccionan ante condiciones extremas y cómo la ingeniería tradicional interactúa con procesos físicos básicos como el congelamiento del agua. Este tipo de fenómenos ayuda a comprender mejor los desafíos de la conservación del patrimonio en un contexto de cambio climático. Cada invierno deja pistas sobre cómo el frío, la humedad y el tiempo continúan modelando una de las obras humanas más impresionantes de la historia.
El hielo que cubre la Gran Muralla China cada invierno no es solo una curiosidad estacional, sino una muestra clara del poder del clima sobre la historia. Las bajas temperaturas transforman su superficie, ponen a prueba su estructura y obligan a replantear estrategias de conservación. Frente a un clima cada vez más cambiante, la muralla nos invita a reflexionar: ¿cómo proteger los vestigios del pasado en un futuro marcado por extremos ambientales?
