Como se ha comprobado en numerosas ocasiones, el uso de pesticidas químicos atenta directamente contra la flora y la fauna asociadas con la agricultura, y no solo contra aquellos organismos que “entorpecen” el desarrollo de un plantío. En algunos de estos casos, los seres afectados forman parte del delicado equilibrio de un ecosistema, por lo cual, en aras de una producción desmesurada, por lo regular se termina impactando negativamente en otros ámbitos más allá de un campo de cultivo.
Este es el caso de tres pesticidas que tienen como base químicos conocidos como neonicotinoides, específicamente la clotianidina, el tiametoxam y el imidacloprid, los cuales son fabricados por las empresas Bayer y Syngenta. De acuerdo con algunas investigaciones, estos tres químicos son los responsables del alarmante descenso en la población mundial de abejas, un insecto sorprendentemente necesario para el equilibrio ambiental.
Como respuesta a esto, la Comisión Europea decidió prohibir el uso en el Viejo Continente de dichos plaguicidas, los cuales hasta ahora era frecuente encontrar en campos de girasol, colza, algodón y maíz. En la decisión del órgano multinacional, los neonicotinoides deberán evitarse en cultivos que atraigan a las abejas y también en donde se siembren cereales de invierno. En otras condiciones su uso está permitido.
La restricción comenzará a aplicarse a partir de diciembre próximo.
[ABC]