México posee una de las costas más extensas y biodiversas del continente, pero su estado no puede darse por sentado. Cada temporada vacacional, la calidad del agua marina se convierte en un indicador clave de salud ambiental y riesgo sanitario. En el cierre de 2025, los datos oficiales muestran un escenario contrastante: la gran mayoría de las playas mantiene condiciones adecuadas, mientras seis playas no aptas en México superan los límites seguros establecidos por la ciencia. Comprender por qué ocurre esto y qué significa para los ecosistemas y la salud humana permite mirar el mar con mayor conciencia y responsabilidad.
Playas no aptas para este invierno: lo que muestran los datos
El Tercer Monitoreo 2025 de la Calidad del Agua de Mar evaluó 289 playas recreativas en 76 destinos turísticos a lo largo del país. El resultado es claro: el 98% cumple con los estándares internacionales de calidad, mientras que solo seis playas fueron clasificadas como no aptas.

Estas playas se localizan en Baja California, Jalisco, Sonora, Tamaulipas y Veracruz, regiones donde confluyen factores urbanos, descargas residuales y presión ambiental. Aunque el número es bajo, cada caso representa un foco de atención ecológica, ya que la contaminación del agua no solo afecta a las personas, sino también a organismos marinos, aves costeras y cadenas tróficas completas.
Enterococos, bacterias que alertan sobre la salud del mar
El criterio científico utilizado en el monitoreo se basa en la medición de enterococos, bacterias presentes en el intestino de humanos y animales. Su detección en el mar indica contaminación fecal, generalmente asociada a descargas de aguas residuales, escorrentía urbana o fallas en sistemas de saneamiento.

La Organización Mundial de la Salud establece un límite máximo de 200 NMP por cada 100 mililitros de agua para considerar una playa apta para actividades recreativas. Las seis playas no aptas en México superaron ese umbral. Este exceso no es abstracto: implica mayor probabilidad de infecciones gastrointestinales, cutáneas y oculares, especialmente en poblaciones sensibles y fauna marina expuesta de forma continua.
Ciencia, monitoreo y vigilancia ambiental
La evaluación fue realizada por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, con apoyo de la Red Nacional de Laboratorios de Salud Pública. Durante el periodo previo a las vacaciones se analizaron 2,233 muestras de agua, un esfuerzo que combina microbiología, salud pública y gestión ambiental.

Este tipo de monitoreos permite detectar patrones: playas que reinciden, zonas que mejoran tras acciones de saneamiento y regiones donde la presión humana rebasa la capacidad natural de depuración. El mar responde a lo que ocurre en tierra, y estos datos funcionan como una radiografía del manejo ambiental costero.
Las playas que dejaron de ser un riesgo
Un dato relevante del monitoreo 2025 es que 14 playas recuperaron su estatus de aptas tras haber sido clasificadas como no seguras en evaluaciones previas. Esto ocurrió en estados como Colima, Guerrero, Jalisco, Michoacán y Oaxaca, donde se implementaron acciones de limpieza, control de descargas y seguimiento sanitario.

Desde una perspectiva ambiental, este punto es clave: la contaminación no siempre es irreversible. Los ecosistemas costeros tienen capacidad de recuperación cuando se reduce la presión y se interviene de forma adecuada. Cada playa que mejora refleja una relación más equilibrada entre actividad humana y procesos naturales.
Un indicador del estado de los ecosistemas costeros
Más allá del uso recreativo, la calidad del agua marina es un indicador directo de la salud de los ecosistemas. Altas concentraciones de bacterias suelen ir acompañadas de otros problemas: disminución de oxígeno disuelto, afectaciones a peces, moluscos y crustáceos, y mayor vulnerabilidad de especies que habitan zonas someras.
México cuenta con más de 12 mil kilómetros de litoral y una superficie marítima que representa gran parte de su territorio. Cada playa no apta en México es una señal de alerta localizada que invita a observar cómo las actividades humanas impactan el equilibrio natural y qué tan efectivas son las estrategias de saneamiento y conservación.

El monitoreo de 2025 muestra un panorama mixto: un mar mayoritariamente sano, pero con puntos específicos donde la contaminación supera los límites seguros. Las seis playas no aptas en México no representan una crisis generalizada, pero sí recuerdan que la salud humana, la vida marina y la calidad del agua están profundamente conectadas. Entender estos datos desde la ciencia y el medio ambiente permite valorar el mar no solo como destino, sino como un sistema vivo que responde a nuestras decisiones. Si el océano habla a través de sus indicadores, la pregunta es si estamos dispuestos a escuchar y actuar en consecuencia.




