El tráfico de tigres vive uno de sus momentos más críticos: en los últimos cinco años se han incautado en promedio nueve tigres cada mes, una señal de que las redes criminales se han adaptado más rápido que las instituciones encargadas de detenerlas. La población salvaje, que hace un siglo rondaba los 100,000 ejemplares, hoy difícilmente supera los 5,500. No es una alerta exagerada: es una evidencia de cómo una especie emblemática está perdiendo su batalla por sobrevivir.

Una crisis que se acelera: el tráfico de tigres hoy
El último informe de TRAFFIC evidencia un patrón inquietante. Entre 2020 y mediados de 2025, las autoridades registraron 765 incautaciones, equivalentes a 573 tigres decomisados. Esto mantiene un promedio constante de nueve grandes felinos por mes, una cifra que deja claro que el comercio ilegal no ha disminuido, sino que se ha sofisticado.

Uno de los cambios más fuertes es el aumento de animales completos, vivos o muertos, entre las incautaciones. A inicios de la década de 2000, el 90% del comercio ilegal consistía en partes (huesos, pieles, garras); hoy esa cifra cayó al 60%, reemplazada por un auge de cuerpos completos traficados como mercancía de alto valor. Este cambio evidencia una tendencia peligrosa: el mercado está demandando especímenes completos, no solo fragmentos, lo que presiona aún más a una especie con números mínimos.
Redes criminales y criaderos clandestinos
Según especialistas, este cambio está vinculado al crecimiento de instalaciones de cría en cautiverio, que en algunos casos sirven como fachada para nutrir el comercio ilegal. Este fenómeno ha generado una nueva dinámica dentro del tráfico: animales enteros usados para ornamentación, taxidermia, “colecciones privadas” o mercados de alta demanda. Leigh Henry, de WWF, advierte que este aumento en animales completos refleja un papel preocupante de los criaderos privados, los cuales, en lugar de reducir la presión sobre los tigres salvajes, están alimentando la cadena de comercio ilegal.

Esto crea un sistema donde los tigres pueden pasar de ser criados en cautiverio a ser vendidos ilegalmente sin dejar rastro, una situación que vuelve extremadamente difícil rastrear el origen de cada ejemplar. Además, actores criminales han perfeccionado rutas que conectan regiones de captura, producción y consumo. Desde la frontera entre Vietnam y Laos hasta la región de Aceh en Indonesia, los decomisos muestran patrones consistentes que indican operaciones coordinadas y bien financiadas.
Una población salvaje en caída libre
Los registros muestran que la población mundial de tigres salvajes ha descendido a un rango estimado entre 3,700 y 5,500 ejemplares, una caída imponente si se compara con los 100,000 de hace un siglo. Los principales focos de incautación se concentran en India, China, Indonesia y Vietnam, lugares donde el tigre aún tiene presencia natural, aunque reducida.

El problema, sin embargo, ya alcanzó países sin poblaciones silvestres, como México, Estados Unidos y Reino Unido, donde se detecta una tendencia preocupante hacia la adquisición de tigres vivos para usos privados o exhibición. Esta práctica, además de ilegal en muchos casos, genera un ecosistema donde la demanda impulsada por el estatus social favorece que más animales sean sacados de su entorno o producidos en cautiverio con fines ilícitos.
Más especies atrapadas: una convergencia peligrosa
Casi uno de cada cinco incidentes relacionados con el tráfico de tigres incluye otras especies amenazadas. Los leopardos, osos y pangolines aparecen frecuentemente involucrados, demostrando que el tráfico opera como un engranaje que afecta a múltiples animales a la vez.

Las motivaciones cambian según la región: en América del Norte predominan los animales vivos; en Europa, los derivados para medicinas tradicionales y taxidermia; y en varios países asiáticos, la demanda se extiende desde pieles y huesos hasta cuerpos completos para usos comerciales diversos. Este panorama dibuja una cadena de consumo global en la que cada región alimenta un segmento distinto del comercio ilegal.

El tráfico de tigres refleja un crimen ambiental 2025 que evoluciona rápido y erosiona una especie que ya se encuentra en números críticamente bajos. A medida que los decomisos revelan prácticas más complejas y una demanda sostenida, el riesgo de perder a uno de los animales más emblemáticos del planeta se vuelve más real. ¿Qué significa para el futuro que incluso una especie tan icónica pueda desaparecer en nuestro tiempo?




