La magnitud de los paisajes de Islandia sólo puede igualarse a lo que inspiran en la conciencia: el eco efervescente de sus cascadas, el musgo coloreando sus piedras, la frescura de sus lagos ancestrales congelados en el tiempo.
Si añadimos tintes rojizos a estas fotografías, esos tonos que tanto podemos identificar en nuestros propios cuerpos, se obtiene una experiencia inigualable: una mirada excéntrica que retrata las tierras vírgenes de este país como nunca han sido vistas.
El artista Al Mefer, responsable de estas oníricas imágenes, dice:
El color nos afecta emocionalmente y procuro concentrar mi atención en él como una herramienta para reescribir la realidad.
Los tonos de estas fotografías magnifican la textura de los entes vivos e inmóviles, resaltando aquellos detalles que a veces se pierden con el paisaje, pero que insisten en sobrevivir en este intocable rincón del mundo.
En ellas, late la quietud y el misterio de lo inexplorado: