Federico García Lorca escribió una vez: “Verde, que te quiero verde, verde viento, verdes ramas (…)”. Como un canto al sublime esplendor del color verde, este poeta reconoció en sus versos la poderosa presencia del mismo.
Más allá de una sublime tintura, este color tiene tantas tonalidades como significados. Está en la triste palidez del invierno y en la alegre vida de la primavera. A lo largo y ancho del mundo el verde se extiende de distintas formas, y estás a punto de descubrir todo su esplendor.
La imagen mental de este color se hace presente en hojas, alimentos, frutas, objetos, enormes bosques, etc. Lo podemos mirar en todos lados. Aunque le prestamos poca atención, su agradable y relajante forma es omnipresente. Está en el pasto liso que yace debajo de una manta en un día de campo, en las oscuras algas que se mantienen en lo profundo de un lago dulce, y de igual forma enmarcaba los pálidos cuerpos de los personajes más opulentos de la Edad Media.
De entre los colores, el verde es el que denota opulencia. Hace algunos siglos, vestir de verde significaba que se gozaba de fluidez económica. A la par, para algunos era el color de la desgracia, debido a que se utilizaba en los frascos de vidrio estriado que resguardaban medicinas y otras pócimas.
Un esplendor interminable y verde
Este color es tan amenazante como jovial. Las frutas son verdes cuando no están listas para comerse, mientras que en los vegetales se presenta como un elixir de vida y nutrientes. A menudo, este color es polifacético. Sus tintes cambian según su uso y expresiones naturales. En medio del aislamiento por la actual pandemia, el poderoso color de la naturaleza se ha convertido en una intensa necesidad.
Todos buscamos grandes campos y hojas verdes que nos recuerden la libertad, aquella conexión con el entorno que tanto ansiamos, y el verde se ha vuelto un ungüento medicinal para el alma y la mente. Es ahí, en su riqueza de color, donde nos sentimos como reinas y reyes. Extrañamos tanto su presencia que buscamos la hierba de los jardines, las plantas en casa o incluso la intensa tonalidad verde de las verduras.
Ahora, desgastada en muchas formas por el ser humano, la naturaleza protege a un intermitente verde que difícilmente renace. Creíamos que este color era un simple acompañamiento del arcoíris cromático de la vida, pero después entendimos –tal como lo hizo García Lorca– que “verde que te quiero verde”, en las ramas, en el viento, en la comida, en el perfumado suelo húmedo, en el crecimiento de las flores y en todo aquello que nos permita saborear su esplendor.