Cuando pensamos en el otro como un amigo, no solemos preguntarnos si el sentimiento es mutuo: la amistad es algo que simplemente damos por sentado. A veces, basta que haya algunos gustos en común para que consideremos que existe un vinculo con el otro. Pero, ¿y qué si quienes consideramos nuestros mejores amigos no sienten lo mismos por nosotros?
Un estudio del MIT analizó la amistad entre 84 compañeros de clase, de entre 23 y 38 años. Se les preguntó, en un rango de 0 a 5, qué tan cercanos se consideraban con cada persona en la clase:
Aunque 94% de los entrevistados esperaban que el sentimiento fuera recíproco…
sólo lo fue un 53% de las veces
Otros estudios han demostrado que la reciprocidad no es lo común en las amistades. Pero entonces, ¿cuál es la esencia de la amistad?
El filósofo romano Séneca, en cartas a compañeros que fueron publicadas bajo el título On True and False Friendship, señala que antes de que toda amistad se forme debe haber un momento previo de juicio, una especie de filtro que nos deje claro si debemos ofrecer al otro nuestra amistad, y más aún, que nos haga saber si el otro la valorará. Por eso, dice Séneca, este juicio previo debe incluir el diálogo:
Habla tan claramente con él como contigo mismo.
Estas consideraciones previas a la formación de toda amistad son una forma de preservar los más importantes valores de ésta, que tienen que ver con la lealtad, la empatía y la sinceridad. Para Séneca, estos juicios ayudaban a conservar la nobleza inherente a la amistad y a evitar que se corrompiera, por ejemplo, con mero oportunismo:
Estas son las relaciones que pesan como una pluma; una relación que es escogida por utilidad sólo será satisfactoria en tanto permanezca siendo útil.
Esto que nos recuerda Séneca es algo vital en estos tiempos de amistades digitales tipo fast food, porque la amistad es algo más que “agregar” a alguien a tu lista de amigos… ¿o te irías al exilio con cualquier amigo de tu Facebook?
Así que si el otro no comparte nuestros sentimientos, no es algo que tenga tanta importancia. Muchos psicólogos creen que, en realidad, aceptar que siempre uno ama más que el otro es lo más sano que podemos hacer.
Admitir la desigualdad existente entre tú y el otro es alimentar tu empatía y tu propia capacidad de amar, más allá de miedos o egolatrías que nos hacen creer indispensable que los sentimientos sean recíprocos. Es también una manera de autocuidarnos, pues al dejar de lado falsas expectativas y sabiendo realmente lo que podemos esperar del otro, es posible que evitemos la codependencia y nos sintamos más libres en su presencia. De hecho, a la larga esto puede provocar el surgimiento de una amistad más profunda, no necesariamente a través de las afinidades con el otro, sino incluso a partir de las diferencias sustentadas en la sinceridad y el compromiso.
Pero, ¿cómo saber quién es tu amigo?
Aunque la intuición es clave en toda relación, a veces las cosas tienen que clarificarse a través de la razón y la comunicación, como bien señaló Séneca en su correspondencia. Lo mejor es que comuniques lo que sientes, para evitar generar falsas ideas o expectativas. ¿Qué espera el otro de ti? ¿Cómo te percibe? ¿Qué futuro ve en su relación? Son algunas preguntas clave que es válido –y a veces muy necesario– formular si queremos mantener relaciones y amistades más sanas… y también más reales.
No cabe duda de que la amistad es algo muy difícil de cultivar, pero quizá todavía más difícil de mantener. Es mejor tener pocos pero grandes amigos a creer que podemos mantener amistades inquebrantables con todos aquellos con quienes nos cruzamos en la vida. Eso, en realidad, es algo que Facebook nos ha hecho creer. Pero lo cierto es que la vida real es muy distinta al universo virtual, sobre todo en lo que refiere a la amistad, ¿no crees?