Todos queremos tener una vida fantástica y fuera de lo común. Pero, curiosamente, solemos adoptar formas preestablecidas y previamente digeridas: nos domina el statu quo y vemos con terror cualquier cosa que consideremos anómala según nuestra –a veces– reducida concepción del mundo.
Es así que, ante nuestro deseo, siempre parece anteponerse una barrera. Delante de ella, abandonar la idea de seguridad es lo más difícil que podemos hacer, no obstante que aspiremos a ello.
Por eso el jazz puede ser una fuente de inspiración para quienes aún están en busca de nuevas maneras de experimentar la vida o habitar el mundo. No sólo escuchando este género musical –que por cierto, no por nada es el favorito de algunos animales–, sino también conociendo más de las bases que lo hacen tan maravilloso.
El jazz nació de la necesidad: la necesidad de miles de esclavos que, si bien no gozaban de su libertad, podían emancipar los sentidos mediante la música.
Eran hombres y mujeres con una tradición musical ya heredada, pero que también supieron experimentar y no tuvieron miedo de hacerlo. En época de grandes jazzistas, como John Coltrane, este género siguió siendo un potente cohesionante social para los afroamericanos, al nivel de cualquier religión, pero sin ortodoxias de por medio. Y durante el apartheid en Sudáfrica en los años 60, el jazz fue una trinchera de resistencia cultural.
Esto, sumado a los ritmos impredecibles y las melodías escurridizas del jazz, es lo que lo hace una de las artes musicales de las que más podemos aprender. Las lecciones sacadas del jazz pueden cambiar radicalmente algunas de nuestras preconcepciones, ayudarnos a desmontar prejuicios y, en suma, pueden ser fuente de inspiración para transformar nuestra vida.
¿No sabes qué hacer? Improvisa y conviértete en un líder
La vida casi nunca tiene libretos. Y de hecho, las mejores experiencias suelen ser espontáneas e improvisadas, como lo es el jazz. Pero a la vez, ni el jazz ni la vida son siempre pura improvisación: lo más valioso es que, a fin de cuentas, siempre hay una base sobre la cual es posible romper algunas reglas. Por eso, según el jazzista y profesor de políticas públicas Frank J. Barret, “los músicos se preparan para la espontaneidad. Los líderes pueden hacer lo mismo”.
Sé tu mismo sin olvidar a los otros
Si algo nos distingue como seres sociales es que hemos sido capaces de individualizarnos, pese a que evidentemente no podemos dejar de depender de los otros. Algo así sucede a los músicos, quienes, a decir del escritor Terry Eagleton, pueden autorrealizarse individualmente sin que ello signifique perseguir sólo sus intereses. Un jazzista, inmerso en su propio proceso, nunca se olvida de sus compañeros. Sin duda, es algo que tenemos que aprender a hacer en la vida.
Haz alianzas en lugar de competir
Un poco en el mismo tono, podemos pensar que el jazz no es como otros géneros en los cuales el papel de cada músico ya está previamente establecido. En su lugar hay un poco de libertad para todos, a la vez que un poco de compromiso colectivo. Esto anula toda necesidad de competir con los demás, y nos demuestra que siempre es mejor aliarse.
No temas equivocarte (nada es perfecto)
El jazz no es perfecto. Contrario a la música clásica, que siempre aspira a la perfección impoluta, el jazz es juguetón y no le teme a los errores; por eso irradia una vitalidad que a veces demasiada disciplina o perfección pueden aniquilar, haciendo todo muy aburrido.
Sé un poco serio también
Bien dijo John Coltrane que debemos comprometernos con todo lo que hagamos. “Hay diversión en ser serio”, dijo este predicador del jazz. Y es verdad: si algo distingue a los jazzistas es su disciplina, pues pocas artes requieren tanto esfuerzo intelectual y tanta disciplina como este género. Por eso, un poco de seriedad no está de más.
Todo esto no hace sino constatar que el jazz es como la vida: de naturaleza contradictoria. Por eso es el género ideal para sobrellevar la existencia con la mayor de las energías creativas.
* Imágenes: 1) Lynnie Zulu; 2 y 3) Pinterest, edición Ecoosfera