Quien padezca –o haya padecido– ansiedad sabe lo que se siente que decenas de temores pululen por su mente, sin poder hacer nada al respecto. De hecho, en inglés se le conoce al trastorno de ansiedad generalizada como free floating anxiety: cuando nada en específico detona la ansiedad, pero ésta flota encima de nosotros irreductiblemente.
Pero la ansiedad puede ser evadida, precisamente flotando (literalmente) sobre ella. La terapia de flotación en cámaras de agua se ha vuelto una solución a padecimientos crónicos nerviosos, incluso de estrés postraumático. La ingravidez y la ausencia de estímulos sensoriales permite que en el cerebro se activen otros procesos internos, benéficos para una mente ansiosa y afectada por un ambiente nocivo.
Dejando sobre las aguas el trauma más arraigado
El caso del soldado australiano Michael Harding es ejemplar. Realizando tareas en Afganistán, Harding presenció la muerte de un compañero. Después de eso, como relata en la revista TIME, la ansiedad fue una constante. Harding no podía siquiera dejar de temblar, por lo que fue diagnosticado con síndrome de estrés postraumático y dejó el ejército en el 2012. Harding soportó durante años los síntomas de esta condición: tenía pesadillas, sudoración nocturna y una personalidad trastornada.
Por años buscó todo tipo de remedios (naturales, tradicionales y hasta prácticas milenarias como el yoga) sin que nada lo aliviara por completo, hasta que su esposa encontró una terapia alternativa que sonaba como sacada de la ciencia ficción: cámaras de flotación. Bastaron tres sesiones para que decrecieran los síntomas de Harding, hasta que en 3 meses no había rastro de las pesadillas.
No sé cómo sucede, pero flotar me ha permitido sentirme más confiado y cómodo al interior de mi cabeza.
La flotación es una terapia que ha ganado popularidad desde el 2011. En Estados Unidos ya existen 300 clínicas, y en América Latina se han vuelto muy populares en países como Ecuador, Argentina y Guatemala. Pero más allá de metáforas o de lo sencillamente relajante que puede ser flotar para cualquiera, ¿qué sucede realmente en una mente ansiosa mientras el cuerpo flota? ¿Qué hace que este tratamiento funcione?
Flotando en el laboratorio: aislamiento sensorial que simula la meditación profunda
Las primeras cámaras de flotación fueron hechas en la década de 1950, para experimentar con diversos estados de conciencia. Se les asoció con lo hippie y lo new age, pero en la misma década el neurólogo John C. Lilly estudió lo que esta experiencia ocasionaba en el cerebro, reivindicándola, sin causar demasiado eco en la comunidad científica.
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El estudio sobre el impacto de la flotación en pacientes con ansiedad fue dejado de lado hasta que un neurólogo, Justin Feinstein, abrió su propio laboratorio para analizar más a fondo la terapia de flotación: el Float Clinic and Research Center en el Laureate Institute for Brain Research en Oklahoma. Ahí, Feinstein ha estudiado a los pacientes mientras flotan, a través de imágenes de resonancia magnética (IRM).
1 hora en una cámara de flotación conduce a estados de relajación similares a los de la meditación.
Los análisis han arrojado resultados parecidos a lo que se ha comprobado que sucede durante la meditación a nivel neuronal. Feinstein cree que flotar es una especie de atajo que conduce precisamente a un estado como el de la meditación profunda, al cual difícilmente podría llegar gente que padece ansiedad.
Pero además, la terapia de flotación actúa como los fármacos más potentes contra la ansiedad, “apagando” a la amígdala, que es el área del cerebro donde se genera la respuesta de estrés a ciertas situaciones y pensamientos.
Esta práctica ha demostrado su potencia a nivel neuronal. Quedará esperar que en el mundo se abran más clínicas para que cada vez más personas puedan experimentar los momentos de aislamiento, silencio y evanescencia que permiten las cámaras de flotación, y puedan romper con la ansiedad definitivamente.
* Imágenes: 1) Just Float; 2) Float tank DIY; 3, 4) CC