La nectarina, la perfecta mezcla entre el ciruelo y el melocotón, es uno de los frutos más deliciosos, jugosos y dulzones que puede existir. Su piel lisa y pulpa fresca,sus propiedades depurativas y pocas calorías, la convierten en una de las frutas por excelencia del verano.
Su valor nutricional es similar al melocotón, sin embargo la necatina “posee un poder antioxidante y muy digestiva”. En palabras de la nutrióloga Marta Sanz para La Vanguardia, “100 gramos de porción comestible nos aportan alrededor de 50 Kcal, contiene 10 gramos de hidratos de carbono, 0.9 gramos de proteínas y solamente 0.10 gramos de grasas, además su contenido en agua es de 87 gramos.” Esto quiere decir que consumir una nectarina habitualmente, mejorará el tránsito intestinal previniendo los casos de estreñimiento, pues “las nectarinas contienen 2.2 gramos de fibra, predominando la pectina. La fibra insoluble nos ayuda a mejorar el tránsito intestinal, evitando el estreñimiento y protegiendo frente al cáncer de colon y previniendo enfermedades cardiovasculares.”
Además, gracias por su alto contenido en vitamina C y beta-carotenos, la nectarina es un excelente antioxidante. Es decir que mientras los carotenos ayudan a mantener en buen estado la piel y las mucosas, la vitamina C ayuda a mantener una correcta visión, refuerza la audición y el sistema inmunitario. Sanz agrega que este fruto destaca también por su alto contenido en calcio –7 mg–, magnesio –10 mg– y potasio –170 mg–, los cuales ayudan a controlar los líquidos que tienden a retenerse en diferentes partes del cuerpo.
Para elegir adecuadamente las nectarinas, es importante comprender que existen dos tipos: con pulpa blanca y pulpa amarilla o naranjada. Se pueden elegir las de piel lisa y brillante, con cierta firmeza y ligeramente flexibles al tacto, pues los de excesiva dureza pueden implicar que no han madurado lo suficiente o su pulpa no es muy jugosa. Se conservan durante unos días a temperatura ambiente y varias semanas en el refrigerador.