En los últimos años, los fertilizantes orgánicos han cobrado una importancia cada vez mayor, a partir del crecimiento de la conciencia por la salud del medio ambiente; los bioestimulantes son parte de esta tendencia, aunque su función es distinta. Mientras los fertilizantes orgánicos proporcionan nutrientes a la tierra y a las plantas, los bioestimulantes son usados en muy pequeñas cantidades para que las plantas sean más fuertes a los estímulos hostiles del medio ambiente.
Hay muchos tipos de bioestimulantes, algunos, por ejemplo, hechos a base de algas, y otros que incluyen fitohormonas. De entre la gama de bioiestimulantes para los cultivos, un grupo de científicos del Instituto Politécnico Nacional (IPN) ha desarrollado un bioestimulante a base de la bacteria Azospirillum brasilense.
El bioestimulante podrá ser comercializado a partir de un plazo de 30 días por la empresa Biogea, con el fin de disminuir la dependencia de productos químicos artificiales en los distintos cultivos.
Cabe notar que la bacteria Azospirillum brasilense se encuentra en muchas grasas y en la rizósfera: una fascinante zona muy delgada que hay en la tierra, en la base de algunos troncos o plantas donde se conjuga un rico micromundo donde confluyen bacterias, hongos, protozoos, nematodos, insectos y ácaros.
El producto del IPN es afortunado porque es una manera de volver accesible al mercado algunos productos orgánicos que son difíciles de conseguir y ubicar sin la especialización adecuada.
[La Jornada]