De toda la humanidad, tan sólo 24 personas han recorrido miles de kilómetros desde la Tierra hacia la Luna. Y de todas ellas, únicamente la mitad lograron alunizar, de forma que caminaron sobre la superficie lunar. A su paso dejaron banderas, sensores, espejos e incluso vehículos que todavía siguen allí.
Puede sonar a ciencia ficción y de hecho, mucho se ha cuestionado si la NASA realmente llegó a la Luna, pero aunque existan muchas historias que intentan desmentirlo, la ciencia tiene cuatro formas de demostrar que los alunizajes fueron reales.
Huellas lunares
Si tiene alma de detective, sabrá que las huellas son por excelencia la prueba más grande de que un evento ocurrió. Pero en la Tierra el paso del tiempo, la lluvia, el viento y seres vivos, pueden borrar tal evidencia. No obstante, en la Luna no existen los factores que deterioran las huellas en nuestro planeta y por lo tanto es de esperarse que las huellas de los astronautas que viajaron hasta la Luna, todavía estén ahí.

El Orbitador de Reconocimiento Lunar de la NASA que ha estado mapeando los terrenos lunares con una resolución sin precedentes, ha enviado fotografías de las marcas que los humanos y sus naves han dejado en el suelo lunar. Las marcas responden a la morfología de las naves y de otros dispositivos como el vehículo itinerante lunar, así como los zapatos espaciales que los astronautas utilizaron para desplazarse por el suelo lunar.
Más de 8 mil fotografías documentales
Existe una serie fotográfica documental bien ordenada por misiones Apolo que está disponible para el público en general. La NASA lo ha puesto en su cuenta oficial de Flickr que puede encontrar aquí.
Las misiones Apolo fueron las encargadas de llevar a la humanidad a la Luna por primera y única vez, al menos hasta ahora. En total siete de las misiones Apolo se posaron sobre el suelo lunar, siendo la primera la comandada por Neil Armstrong y la última por Eugene Cernan. Los Apolo 11, 12, 13, 14, 15, 16 y 17 concretaron el esfuerzo global de la humanidad por iniciar la exploración espacial de manera formal.
La NASA ha organizado álbumes fotográficos por cada misión que incluyen los procesos de creación de las naves, la gestión de los proyectos y desde luego, las caminatas lunares que los astronautas realizaron. Ahí se encuentran las famosas fotografías de Neil Armostrong junto a la bandera de Estados Unidos y las caminatas espaciales realizadas por los tripulantes de las demás misiones Apolo.
La tecnología instalada en la Luna
Los alunizajes no sólo tuvieron como objetivo pisar por primera vez la Luna y explorarla para recopilar muestras, sino que uno de los principales objetivos fue instalar tecnología humana en el satélite natural. Una gama amplia de dispositivos como sensores, fueron instalados por los astronautas de los Apolo en la superficie lunar y de hecho, algunos de ellos todavía están en funcionamiento.
Los Apolo 11, 12, 13, 14, 15 y 16 llevaron sismómetros lunares que fueron instalados correctamente y transmitieron datos a la Tierra hasta el año de 1977. Conjuntamente, el Apolo 11 también llevó hasta allá un conjunto de fotorreflectores de rango láser lunar que siguen activos hasta nuestros días. Si alguna vez se ha preguntado cómo es que sabemos la distancia exacta entre la Tierra y la Luna, la respuesta es gracias a dichos retrorreflectores que se encargan de reflejar pulsos de láser disparados desde la Tierra y que nos indican la posición exacta de la Luna con una precisión de centímetros.
También se colocaron experimentos denominados SWC que se encargan de medir la composición del viento solar, así como los espectro dejados por este. Y otra área de interés de la NASA y sus investigadores, es el campo magnético lunar, por lo que también colocaron un sensor llamado LSM que se encarga de dicha tarea.
El hecho de que se sigan recibiendo mediciones directas desde la tecnología colocada en la Luna por los humanos, es un indicador innegable de que la llegada del hombre a la Luna fue real.
Muestras lunares
“¡Oh, esperen! Un momento… ¡HAY SUELO NARANJA! ¡Se acabó! ¡Lo revolví con mis pies!”, fueron las palabras que Harrison Schmitt, el último hombre en caminar por la Luna junto al comandante Gene Cernan, exclamó al darse cuenta de que el suelo lunar también tiene una variada composición.
El sedimento lunar opaco y gris al que estamos acostumbrados a ver, en un lugar en particular era sólo una capa muy delgada que cubría un rico paisaje naranja debajo. Como cualquier explorador ante nuevo descubrimiento, Cernan y Schmitt tomaron fotografías del suelo naranja y trajeron muestras a la Tierra.
Más tarde las muestras fueron analizadas y los resultados fueron asombrosos: se trataba de vidrio volcánico. Gracias a las muestras tomadas in situ, los investigadores concluyeron que hace unos 3 a 4 miles de millones de años, la lava fundida en el interior de la Luna hizo erupción. A medida que la lava quedó expuesta al vacío del espacio debido a que la Luna no posee atmósfera, se separó en pequeños fragmentos que luego terminaron congelados, formando gotas de vidrio volcánico de colores naranja y negro. De no haber llegado a la Luna, nos habríamos tardado más de medio siglo en llegar a tales conclusiones, con la ayuda de los rovers y las sondas lunares.