¿Cuántas veces no hemos dejado la televisión vieja, el teléfono móvil que ya no utilizamos, la inservible plancha de la ropa, entre otros aparatos electrodomésticos, perdidos en los rincones de nuestros hogares? O, del otro lado, cuando ya dejan de funcionar, simplemente los mandamos a la basura sin visualizar el potencial económico y comercial que sus complementos pueden representar.
Durante 20 años, los países industrializados han tirado dispositivos usados para dejárselos a los más pobres, quienes suelen reciclar las placas de circuito impreso en condiciones inseguras. Pero últimamente ha surgido un movimiento que tiene como objetivo continuar con la práctica del reciclaje: invitar a las personas a desmantelar sus viejos aparatos electrónicos y vender las diferentes partes del dispositivo a empresas dedicadas a ese mercado. De ese modo, son estas compañías las que se encargan de ciertos procesos especializados, como: fundición y trituración de metales, extracción del cianuro, recursos de recuperación, control de contaminación tecnológica, entre otros.
De hecho, algunas organizaciones internacionales apoyan este tipo de reciclaje, ya que reduce daños de salubridad y ambientales. Por ejemplo, la Sociedad alemana para la cooperación internacional apoya a compañías asiáticas de esta índole; incluso la organización belga sin fines de lucro, WorldLoop, recibe apoyos financieros para respaldar diversos programas de reciclaje de electrónicos en África. Además, ya existen políticas en diferentes países, reforzando este crecimiento sustentable de los desperdicios electrónicos; como por ejemplo, en Singapur, Taiwán y Corea del Sur.
Conforme este cambio se va integrando al comercio, industrias en China, India y otros países de bajos recursos, adoptan esta actividad como una valiosa oportunidad para el crecimiento económico: tanto para la extracción de metales como para la producción de nuevas partes de diversos dispositivos electrónicos.
Mientras tanto, Fen Wang, un investigador de la Universidad de las Naciones Unidas en Alemania, estudia las dificultades de unir los recicladores formales e informales de desechos electrodomésticos. Como resultado de su trabajo, Wang confirma la necesidad de implementar leyes en ese nicho empresarial; como por ejemplo, las políticas de inspección en los puertos de China, el pago de impuestos, etcétera. No obstante, esta no ha sido la primera iniciativa para regularizar legalmente este movimiento internacional; de hecho, en 1992 se propuso una lista de restricciones del estado de los productos (llamado Basel Convention), los cuales eran entregados por los países ricos a los más pobres.
¿Y cuáles son los problemas del reciclaje electrodoméstico? Jim Lynch, un experto del tema en TechSoup Global, explica que a reutilizar la computadora ahorra 20 veces más energía que reciclarla; es decir, ahorra alrededor de 240 kilos de combustible fósil, 22 kilos de químicos y 330 litros de agua. Por el otro lado, algunos expertos del reciclaje concuerdan que, a pesar de sus gastos y peligros, esta actividad es una buena parte integral para cualquier solución ambiental, al encontrar valor en los desperdicios.
En conclusión, como toda actividad, este tipo de reciclaje implica ciertos riesgos a nivel internacional, ambiental y de salubridad. Sin embargo, esta es una actitud positiva al comprender los problemas ambientales, y así proponer soluciones que dañen lo menos posible a nuestro planeta.