Los supermercados cooperativos y colaborativos son una respuesta organizada y colectiva frente al avance de las grandes cadenas de supermercados. Estas cadenas no sólo utilizan enormes cantidades de terreno en pueblos y ciudades, sino que la apertura de un nuevo Walmart muchas veces supone el cierre de tiendas minoristas (de abarrotes) que son incapaces de competir contra los precios bajos y promociones de temporada de estos supermercados. Ante esta situación, desde hace algunos años existen personas que han decidido tomar la alimentación y la economía de sus comunidades en sus propias manos.
Uno de los más conocidos modelos de supermercado colaborativo en el mundo es el de Park Slope Food Coop. Fundado en Brooklyn, Nueva York, en el año de 1973, actualmente emplea a más de 16,000 personas, quienes son también dueños de la tienda en un modelo de sociedad cooperativa. El cineasta Thomas Boothe realizó el documental Food Coop hace algunos años, el cual ha servido de inspiración para numerosos proyectos similares, sobre todo en Europa.
https://www.youtube.com/watch?v=wfCpU4f_jwY
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Soberanía alimentaria y economía colaborativa
A decir de Boothe, los supermercados cooperativos permiten agrupar la fuerza de la comunidad para dar batalla a las grandes cadenas industrializadas, además de restablecer las relaciones al interior de la comunidad, favoreciendo la revitalización del tejido social. No sólo es preciso competir en términos de precios con las grandes cadenas de supermercados, sino también operar tantas horas como ellas, de la mañana a la noche, con pequeños ejércitos locales que requieren de entre 1,200 y 1,500 personas como mínimo para funcionar.
En España, los supermercados colaborativos no sólo son una respuesta organizada frente a los grandes almacenes. Asociaciones como BioAlai establecen relaciones con más de 100 productoras de alimentos sustentables y de temporada, abasteciendo a más de 1,000 familias en Álava y sus alrededores. Además, muchos de estos proyectos tienen en común el objetivo de conseguir la soberanía alimentaria de sus respectivas comunidades y reducir los desechos plásticos. Para los integrantes de la cooperativa Som Alimentació, se trata de “aplicar a la alimentación los valores de la economía social y solidaria, poniendo el interés de las personas por encima del lucro, el beneficio empresarial o el crecimiento económico”.
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Educar a la comunidad o entregarla a las grandes cadenas
Ejemplos como los anteriores no solamente toman las riendas de la economía y la alimentación de sus comunidades. Muchos de ellos funcionan como pequeños centros educativos en donde pueden dictarse desde clases de cocina hasta seminarios de desarrollo emprendedor. La premisa es que los precios bajos de los supermercados, a la larga, terminan siendo demasiado costosos en términos de lo que se pierde en cada comunidad. No se trata de una nostalgia por los días en que la tienda de la esquina era suficiente para abastecer a todo el barrio, sino de empoderar al barrio para que no caiga en la tentación de la guerra de descuentos.
Este tipo de negocios no solamente alientan el desarrollo emprendedor de las comunidades, sino que también establecen relaciones horizontales con los productores agrícolas, lo que resulta en un gran esfuerzo de economía redistributiva en sus lugares de origen. Se trata de comunidades tomando las riendas de sus economías y de su alimentación. Un modelo que no ignora las grandes desigualdades económicas, sino que toma cartas en el asunto, al menos a una escala local.