La tauromaquia es considerada una gran fiesta. Y quizá lo sea, pero, ¿para quién o quienes? Lo cierto es que esta tradición está sustentada en ideas añejas que ya no embonan con los nuevos sentires colectivos (lo cual incluye la vieja creencia de que los animales no sienten, algo que incluso la ciencia ha rebatido) y cada vez más personas se sienten ofendidas por el hecho de que siga llevándose a cabo.
Entonces, ¿quiénes disfrutan esta fiesta? Definitivamente no lo hacen los toros, y según encuestas realizadas en México por Parimetría, la mayoría de la gente concuerda con que se trata de un evento donde prima el maltrato animal, pues hay que recordar que implica también la mutilación de caballos. Tan es así que, según dicha encuesta,
el 73% de los mexicanos está en contra de la tauromaquia.
La desaprobación generalizada respecto de las corridas es tanta que incluso ha llevado a que se prohíban en lugares tan simbólicos como Cataluña, así como en los estados de Sonora y Guerrero, en México. Mientras tanto, otros estados, como Baja California Sur, siguen luchando por conseguir esta prohibición, mientras que en la Ciudad de México las iniciativas antitaurinas siguen sin avanzar. En esta capital, la Plaza de Toros sigue siendo lugar de 140 asesinatos de toros cada año.
En total, 250 mil toros son sacrificados al año en todo el mundo.
Aún falta mucho por hacer para quienes buscan que esta tradición se prohíba a nivel mundial, pues entre otras cosas, todo antitaurino se topa con las más fantásticas argumentaciones y los mitos más sorprendentes, e incluso con una que otra referencia filosófica que busca justificar esta vil práctica,y todo ello la mantiene, lamentablemente, viva.
Pero si bien cada posición en esta balanza es una lucha por la cultura, la cuestión está en qué tipo de cultura tendrá mayor peso: una de violencia, sufrimiento y crueldad, o una cimentada sobre una nueva ética para con el mundo que nos rodea.
Aquí te presentamos 5 mitos muy comunes
(y cómo desmontarlos para transformar el pensamiento colectivo)
“El toro no sufre”
Como cualquier mamífero, el toro tiene sistema nervioso central. Eso lo hace cognitivamente susceptible al dolor. Además, no sólo es el dolor implícito en los picoteos sobre su lomo hasta la estocada final, sino el estrés implicado en el proceso.
Algunos estudios buscan justificar la practica aduciendo que el nivel de hormonas ligadas al estrés no aumenta entre la llegada a la arena y la estocada final. Pero como explica el veterinario José Enrique Laguía, lo que sucede es que estas mediciones no se pueden hacer en momentos de grave daño neurológico, ya que el toro atraviesa por lo que se conoce como “síndrome de adaptación general”. En cambio, lo que sí se ha probado es la liberación de grandes cantidades de endorfinas beta, hormonas de tipo opiáceo que se liberan en momentos de gran dolor.
https://www.youtube.com/watch?v=0rXovfQxoPE
“Las corridas son cultura y tradición”
Sí, no cabe duda de que Ortega y Gasset tenía razón cuando decía que España no se puede pensar sin la fiesta brava. Y no podríamos negar que la tauromaquia forma parte de la cultura, pues como tal, es una expresión de la sociedad. Pero habría que tomar en cuenta que el sentir común colectivo no dio pie a una efectiva revolución hasta principios de siglo XX. Desde entonces, cientos de movimientos sociales han cimbrado el mundo, consiguiendo, entre otros, la implementación del voto femenino y derechos de autodeterminación para los pueblos indígenas.
También existe ya una Declaración Universal de los Derechos del Animal, firmada en Londres en 1977, y que va muy acorde con la nueva moral que se ha construido en las últimas décadas. Así que este argumento responde más a un nostálgico aferramiento a otros tiempos que a la evolución que nuestra realidad nos impone hoy en día.
“La tauromaquia permite la existencia de estos toros”
Falso. Estos rumiantes, llamados toros bravos, ni siquiera son una especie natural. Es el macho de la vaca seleccionado genéticamente para ser más fuerte y de aspecto impresionante.
Aunque este animal haya sido criado durante siglos exclusivamente para la tauromaquia, no significa que dejar de realizar la fiesta brava implicaría su extinción. En muchos lugares, como el santuario Wings of Heart, se puede dar una segunda oportunidad a estos toros que, por lo demás, son nobles y muy tranquilos.
“La crianza de toros bravos preserva la naturaleza”
Para los amantes de la tauromaquia, la ganadería de toros de lidia ayuda a la naturaleza y al medioambiente. Según argumentan académicos como Marco Antonio Garfias, esto contribuye a conservar las condiciones naturales, proteger la vegetación endémica y preservar la fauna donde se ubican los agostaderos.
No obstante, los agostaderos en México, así como las llamadas deshesas españolas, son grandes extensiones de terreno usadas como pastizales. Pero siendo utilizadas para la crianza de toros bravos y otras actividades no necesariamente están siendo salvaguardadas, sino que al contrario, están a merced de cualquier mal uso que se haga de ellas por las malas regulaciones en cada país.
Además, ningún ecosistema depende de la actividad humana para sobrevivir, y menos si esta actividad implica extracción o crianza de animales, que puede llegar a ser muy disruptiva. Y en el caso de los agostaderos y deshesas, es cierto que los bovinos, al ser una especie autóctona, ayudan a mantener el ciclo natural de estos ecosistemas, pero bien podrían hacerlo sin ser sujetos, posteriormente, a la crueldad de la fiesta brava (además, los toros usados para este fin representan en España sólo el 6%).