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Para nadie es secreto el delicado panorama ambiental en la Tierra: basta con ver lo que pasa en las grandes ciudades con el aire, con las áreas verdes cada vez más escasas, con la polución a gran escala. No es menor entonces lo que ocurre en zonas desprotegidas del mundo, tales como los campos de Sichuan, en China, donde se llevó a cabo un largo estudio recientemente publicado en el periódico Proceedings of the National Academy of Sciences, sobre la conservación de los bosques.
El estudio se concentra en la Reserva Nacional Natural de Wolong, donde habita el 10% de la población mundial de pandas en peligro de extinción. ¿Por qué aquí? Desde la década de los 70 la tala ilegal en la región pone en peligro a los panda. Lo que ha ocurrido es que las autoridades locales, desde el 2001, comenzaron a pagarle a los lugareños para que ellos se hicieran cargo del bosque, ya que a veces eran ellos mismos quienes talaban ilegalmente los bosques de la Reserva. Lo que las autoridades buscan, en base a las determinaciones de los especialistas, es que el grupo que vive en el lugar sea quien responda por ese lugar, que son el grupo idóneo para hacerse cargo –proceso de concientización mediante- del paisaje, del ecosistema, de la vida que los rodea. Hay una entrega de responsabilidad natural, por cuestión de ubicación, hacia la gente del lugar. Hay un empoderamiento político y ecológico.
Para optimizar estos procesos de empoderamiento, el estudio se enfocó en la comparación de los grupos que venían trabajando en terreno, puesto que hubo grupos que marcaron diferencias de efectividad respecto de los otros. Buscaban un equilibrio en el personal para la mantención de los bosques. Los resultados arrojaron que un grupo pequeño, entre ocho y nueve lugareños, mejora la conservación y es la óptima cantidad de gente por área.
En el fondo se trata de una cuestión organizacional, donde el cuidado del medioambiente depende de cómo se estructuren los grupos humanos que allí van a trabajar. Sin ir más lejos, los encargados del estudio, Wu Yang y Jack Liu, concluyen que un grupo grande dificulta la comunicación y un grupo excesivamente pequeño se ve sobrepasado. Además, dicho sea de paso, estos grupos pueden formarse espontáneamente si la gente busca organizarse y colaborar con el cuidado del planeta. Vale decir, no hay que esperar una subvención para tomar conciencia de que hay que cuidar el espacio donde nos es dado vivir.