El petróleo, ese viscoso líquido convertido en el oro de la era industrial, ha ido cobrando sus costos, esencialmente, por las emisiones de carbono lanzadas a la atmósfera al ser consumido como combustible. Si echamos un vistazo a nuestra casa, nos sorprenderá la cantidad de productos que están formados a base de petróleo: casi todo artículo sintético es elaborado con este fluido.
Llevamos poco más de un siglo empleando el petróleo en procesos industriales, y pese al corto periodo ha iniciado una crisis ambiental evidente. Si bien la percepción colectiva sobre el petróleo es cada vez más negativa, en gran medida por el padecimiento de los ciudadanos a la contaminación en las ciudades, las empresas petroleras persisten en sus proyecciones de extracción. Países como Estados Unidos, Noruega y Canadá quieren explotar el petróleo en Alaska. En contraparte, múltiples naciones se han comprometido a reducir sus emisiones de CO2 en los próximos años.
En un escenario en el que el petróleo adquiere cada vez peor fama, el derrame petrolero del 2010, en el Golfo de México, pervive hoy en el imaginario social. Sus repercusiones a cuatro años del incidente, según Green Peace, persistirán por décadas.
Aún con la gran cobertura mundial del accidente y la crítica constante por parte de organizaciones internacionales -que cada vez cobran más peso como Green Peace- se ha revelado que British Petroleum (BP), la empresa responsable del derramamiento de petróleo en 2010, invertirá 41 millones de dólares en derechos para explorar y extraer petróleo en el Golfo de México.
Cuando ocurrió el derrame, BP fue impedida para adquirir cualquier contrato en la zona por 16 meses, una infracción que aparece ridícula en comparación con los daños causados al ambiente. Aparentemente los consorcios petroleros internacionales se erigen como enemigos colectivos, y quizá lo positivo es que al menos el adversario está ubicado. Las revoluciones han demostrado ser utópicas, pero en las nuevas luchas sociales, gracias a la información, sabremos hacia dónde dirigir la presión general.