¿La vida se parece al fluir de un río, o el fluir del río nos enseña a interpretar la vida? Sea como sea, los ríos tienen una carga mística y por supuesto, geográfica: la humanidad se edificó en sus orillas.
El río se asemeja a la vida
A lo largo de la historia, los ríos han inspirado vida, arte, reflexión y muerte. Para Jorge Luis Borges, esta corriente natural de agua representaba el tiempo:
El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
El fluir del agua a través de la historia y la mitología, y como tributo a las bellas artes, ha sido una herramienta de interpretación de la realidad del ser humano.
Para la escritora Virginia Woolf, este caudal de flujo continuo fue inspiración y tumba. Ella solía recorrer el río Ouse, de donde tomaba aliento para escribir sus novelas, como La señora Dalloway, Al faro, Las olas y Entre actos. Era tal su fascinación que en 1912 alquiló una casa en Sussex, donde pasaría la primera noche de su matrimonio con Leonard Woolf y donde se refugiaría para recuperarse de su tercera crisis psicológica.
“Por encima de la piel del río, el aire frío de la primavera inglesa flotaba impregnado de gramíneas y arrastraba un perfume vegetal que contradecía cualquier idea de muerte”, narra uno de sus biógrafos.

Men Ji
Río místico o protector de lo oculto
Como si el río fuera el guardián de los secretos: debajo de su superficie yace algo (o alguien) oculto. La tierra atesora sus tesoros y lo que está enterrado allí permanece hasta que es desenterrado, pero un río es más inestable, renuncia a sus posesiones al azar.
Un río que atraviesa un paisaje atrapa al mundo y lo restituye redoblado; un mundo cambiante y deslumbrante, más misterioso que el que habitamos cotidianamente.
Olivia Lain escribe esto en su libro To the River: A Journey Beneath the Surface, en el que relata su experiencia a partir de que decidió recorrer -desde el origen hasta la desembocadura en el mar- el río Ouse.
Y como paisaje cautivador también está el río Dragón Azul en Portugal; los habitantes de sus orillas no consideraban fuera de lo común a este río, hasta que el fotógrafo Steve Richards lo vio desde las alturas y reveló su forma con una fotografía.
Grandes vías fluviales que atraviesan el mundo, lo nutren y le dan vida. Llevan como basura las reliquias del pasado y concentran la sabiduría, como concluye Lain.
Hay un misterio acerca de los ríos que nos atrae a ellos, porque surgen de lugares escondidos y viajan por rutas que no siempre son el mañana donde podrían estar hoy.
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Río como origen y semilla de las civilizaciones
El novelista polaco Joseph Conrad encontró en el río del Congo la semilla de lo que sería una de sus novelas cortas más reconocidas, Heart of Darkness. Durante 6 meses, Conrad mantuvo un diario detallado del río mientras viajaba por África.
[En el río se encuentran] los sueños de los hombres, la semilla de las mancomunidades, los gérmenes de los imperios.
El libro ha sido interpretado desde diversos ángulos, ya sea como una exploración de la psique individual o como una profecía de genocidio.

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La filosofía zen, o el río como proceso de meditación
A diferencia del mar o los lagos, un río lleva un caudal que está en constante viaje y transformación, metáfora ideal para aquellas personas que han perdido el camino.
Todos los ríos corren hacia el mar; sin embargo, el mar no está lleno; hasta el lugar del origen de los ríos, allá vuelven. (…) Lo que ha sido, es lo que será; y lo que se hace es lo que se hará: y no hay cosa nueva debajo del sol.
La frase anterior es del Antiguo Testamento, y ejemplifica cómo la religión encuentra en el río una figura de renacimiento y flujo cíclico. Un río es un caos perfecto, nada ni nadie lo controla, y representa el placer de sentir que se abandona la sensación del yo. Meditación en progreso.