La memoria es lo que nos hace lo que somos. Si olvidamos nuestro pasado (por ejemplo, al momento de viajar por un agujero negro), sencillamente no podemos ser la misma persona: son nuestras experiencias pasadas las que nos constituyen.
Por otro lado, el proceso de aprender está íntimamente ligado tanto a la intuición como a la memoria. Existen cosas que le encargamos a la intuición, que funciona como una especie de instinto muy útil que nos ayuda a sortear las vicisitudes de la vida. La memoria, en cambio, no sólo es evolutivamente fundamental en términos naturales sino que el ser humano la ha llevado más allá que cualquier otro ser vivo, al utilizarla para almacenar su conocimiento.
Para nosotros, aprender va más allá de la necesidad: lo hacemos también por el amor por el saber (que es, como todos saben, lo que significa la palabra “filosofía”). Pero en ese camino lidiamos con un problema que quizá te suene conocido: la curva del olvido o forgetting curve.
La fórmula matemática de la memoria
La forgetting curve expresa, en una fórmula matemática, el rango entre el momento en que una memoria es generada y el progresivo olvido de ésta. Fue utilizada por primera vez en el siglo XIX por el psicólogo Hermann Ebbinghaus, quien fue un pionero en los estudios de la memoria, aplicándolos a él mismo. De esta forma descubrió la tendencia a olvidar, sobre todo información un tanto “sin sentido” (como a veces puede ser la que tenemos que aprender para un examen), la cual se convierte en una “curva de olvido”, según la fórmula de Ebbinghaus, mientras que los hechos traumáticos forman una línea plana que jamás cae en el olvido.
No intentes meter todo en la cabeza en 15 minutos…
Ebbinghaus también halló que las cosas que logramos retener más de 1 día se quedan por mayor tiempo, y que podemos retenerlas todavía más mediante el método de la repetición a intervalos. Éste funciona porque el cerebro tiene que reconstruir las memorias cuando ha pasado un lapso, fortaleciéndose al igual que un músculo cuando hacemos ejercicio. Así que estudiar algo y luego repasarlo al día siguiente, relajadamente, puede ser mejor que estresarse y querer aprender todo en 15 minutos (que sería como querer tonificar el cuerpo con la primera sesión de gimnasio).
De esta forma, quizá podemos evitar lo que dice Stephen Hawkings:
El tiempo es el ladrón de la memoria.
No tiene que ser así, porque podemos usar el tiempo sabiamente, a nuestro favor. Está comprobado que el método de la repetición a intervalos sirve, sobre todo, para nuestros pequeños placeres mundanos asociados a la memoria: aprender un instrumento o memorizar un poema, por ejemplo. Y explica por qué tanta gente es capaz de recordar los pasajes de la serie animada The Simpsons, pues los fans de esta serie aplicaron inconscientemente la repetición a intervalos con los episodios que seguramente vieron más de una vez durante distintos espacios de tiempo. Si eres de ellos, o tienes un amigo cuya referencia de vida es esta clásica serie, sabrás de lo que hablamos.
Pero también puedes ponerlo a prueba: está comprobado que la repetición a intervalos es el mejor método para aprender un idioma.
Así que si eres olvidadizo, no todo está perdido: un psicólogo del siglo XIX, amante de la buena memoria, nos da cuenta de ello (y sus hallazgos nos funcionan hasta el día de hoy). Y si el método de la repetición a intervalos no te funciona, recuerda las palabras de Nietzsche:
La ventaja de tener una mala memoria es que uno disfruta muchas veces las mismas cosas por primera vez.
*Imagen principal: Noa Azoulay