El calendario bajo el que nos regimos, que mundialmente suele ser el gregoriano salvo por algunas excepciones, es una mezcla entre las necesidades de cuadrar el comportamiento astronómico de nuestro planeta, pero que también tiene una carga cultural muy grande. En el pasado el inicio de año no estaba marcado por algún día en especial, sino que eran más bien los ciclos de la Tierra los que dictaban los días. Pero hubo momento en la historia en que se decidió que el 1 de enero se estipulara como el inicio de un año nuevo, la pregunta es ¿por qué?
Calendarios en la historia
La historia de los calendarios se remonta a la conciencia misma de los humanos, desde que nuestra especie cobró el raciocinio y la lógica que nos caracteriza, se empezaron a contabilizar el paso de las lunas y los soles. Existen numerosos calendarios antiguos que sirvieron a las culturas pasadas para ubicar su existencia en el tiempo.
El calendario más antiguo del que se tiene conocimiento data del 8,000 a.C. Es un monolítico compuesto por doce piedra distintas basadas en el ciclo de las lunas. Pero existen otros calendarios como el sumerio, que también basa sus periodos en la cantidad de lunas llenas que se observaban en el cielo. Los egipcios por su parte, observaron el comportamiento del Sol.
Cada uno de estos calendarios marcaba periodos diferentes y pasaron por cambios importantes a medida que la cultura se transformaba. Pero fueron los romanos los que dieron paso al calendario más acercado al que tenemos actualmente.
El año alguna vez empezó en marzo
Extrañamente el año no siempre comenzó en enero, sino que en un pasado los romanos tomaban como inicio del año, lo que ahora es el mes de marzo. Esto se debía a que este época del año era cuando la tierra renacía del invierno y cuando los campos volvían a florecer. Hay que recordar que para la mayoría de las culturas antiguas, la cosecha fue un indicador clave para estipular sus medidas del tiempo a lo largo del año.
Sin embargo, el inicio del año se cambió en algún punto de la historia cambió de marzo al 1 de enero. El cambió de hecho surgió cuando se agregaron dos meses más al calendario que únicamente contabilizaba diez meses. Así surgieron Ianuarius (en honor al dios Jano) y Februarius (por Februa, el festival de purificación romano).
Jano, el dios que mira al pasado y al futuro
Cabe decir que la Tierra no es fácil de leer y constantemente ocurrían desfases en los calendarios que no contaban con una tecnología de medición astronómica tan exacta como hoy en día. Con este problema en la mesa, en el año 45 a. C., Julio Cesar exigió una regularización del calendario, mismo que recibió el nombre de ‘calendario juliano’ en honor a él.
Diseñado por Sosigenes de Alejandría, astrónomo y matemático, el primero en proponer un calendario de 365 días con un día extra cada cuatro años. Fue aquí donde ocurrió el cambio en el consenso de cuándo iniciaba y finalizaba el año. Se cambió de marzo al 1 de enero, debido a que era el día en que los cónsules asumían su cargo en el poder ejecutivo de la República.
Aunque la mayor razón por la que el comienzo del año sea el 1 de enero es por la asunción de los cargos políticos en Roma, hay otra razón por la que es en el mes de Enero y es que Jano era el dios de dos caras que miraba hacia el pasado y el futuro. Es por esta razón que se le consideraba como el dios de los comienzos.
Pese a que hoy en día ya no nos regimos bajo el calendario juliano, sino que utilizamos el gregoriano, el legado de los romanos sigue presente y se quedó para siempre la idea de comenzar un año nuevo el 1 de enero. Aunque cabe decir que no existe ningún factor natural que dicte que así debe ser, se trata de una percepción humana que nos ayuda a organizar nuestras existencias.