Sabemos que el mundo desperdicia 1/3 de lo que produce, o, lo que es lo mismo, 1.4 mil millones de toneladas al año, y que este es uno de los grandes problemas de la agricultura en la actualidad. Uno de los mayores promotores de este desperdicio es que tanto agricultores como consumidores desperdician, por ejemplo, pepinos en perfecto estado (pero que están doblados), fresas demasiado maduras, jitomates con pequeños defectos, duraznos magullados y ajos un poco secos, sólo porque no son “verduras perfectas”, aunque tienen el mismo valor nutricional y saben delicioso.
El desperdicio afecta cada eslabón de la cadena de abastecimiento entre la granja y el tenedor. En países en vías de desarrollo, el 50% de la pérdida sucede en etapas tempranas de la vida de la comida: cosecha ineficiente, pudrimiento, procesos inadecuados, transportes obsoletos y otros problemas sistemáticos. En naciones occidentales, los problemas se inclinan hacia el consumidor y los distribuidores.
Reducir las pérdidas tan sólo en un 15%, según apunta un reciente estudio del Consejo de Recursos Naturales, sería suficiente para alimentar a 25 millones de personas cada año. Pero la comida de supermercado está anunciada para convencer a los compradores de que se lleven más de lo que necesitan.
Estamos en un momento urgente para considerar lo que guardamos en el refrigerador y para rescatar las sobras inapetecibles antes de que terminen en el bote de basura. El sándwich a medio comer, la pasta que sobró, las verduras a punto de ser irrescatables. Además, el costo del desperdicio de comida es gigantesco: el gas metano emitido por el desperdicio de alimentos y la cantidad de dinero tirado a la basura son insostenibles para el mundo.
De acuerdo con este estudio, las papas son el alimento que más se desperdicia. Entre los restaurantes de comida rápida que tiran papas que llevan esperando más de 10 minutos, los transportes y almacenes, los procesadores de papas fritas, puré de papa, etc., que tiran gran parte de la papa y los hogares que las desechan cuando comienzan a sacar brotes o se suavizan, la cantidad es altísima.
Las fechas de caducidad son otro de los factores graves que inciden en este comportamiento. No hay una ley federal que regule estas fechas, así que los productores pueden poner lo que les parezca razonable (y no siempre son fechas razonables). Raramente estas fechas indican el día exacto en que los alimentos se echan a perder. Uno se puede basar en la apariencia y el olor de la comida en lugar de en la etiqueta, y mucha comida se salvaría de la basura.
En fin: es momento de cambiar los hábitos de consumo y desperdicio. Aquí te ofrecemos algunos consejos para evitar que esto siga sucediendo y que este fenómeno continúe aumentando.