Las redes sociales son una “bendita” maldición: en poco más de 20 años, desde los tiempos de MySpace hasta Instagram, las redes sociales han cambiado la forma de comunicarnos, de conocernos, de organizarnos políticamente, entre muchas otras cosas; pero también han sido fuente de acoso, amenazas, violencia gráfica y verbal de todo tipo, además de espionaje y robo masivo de datos, para el cual plataformas como Facebook y Twitter parecen rebasadas. Eso sin contar el lenguaje de odio.
Gracias a una beca de la Mozilla Foundation, el programador y artista web Darius Kazemi echó a andar una alternativa a las redes sociales tradicionales: un generador de pequeñas comunidades privadas, altamente personalizables, llamado Friend Camp.
Friend Camp es una reinvención de Mastodon, una red social de código abierto que funciona de manera similar a Twitter. Sin embargo, sus miembros y sus publicaciones están protegidos tanto de anunciantes como de observadores malintencionados.
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Las redes sociales privadas pueden ser un escape, pero también una nueva medida de aislamiento (logo de Friend Camp)
Para Kazemi, la libertad de las redes sociales está limitada a la capacidad de sus administradores para proponer y ajustar a millones de usuarios a reglas de juego arbitrarias; sin embargo, el programador no tiene problema con las reglas arbitrarias, sino con el tamaño y dimensión de las comunidades virtuales.
No es lo mismo moderar una plataforma de millones de usuarios que una con 50 amigos:
“En Twitter”, señala Kazemi, “debes confiar en que Jack Dorsey [cofundador de la plataforma] sabrá decidir lo que es discurso bueno y discurso malo”. En cambio, en Friend Camp:
puedes hablar con 50 amigos y decidir que no van a tolerar a nadie que diga que la pizza con piña es mala, y que van a bloquear a la gente a la que no le guste la pizza con piña. Podemos hacer eso en una comunidad de 50 personas.
El proyecto actual de Kazemi, además de dar mantenimiento a Friend Camp gracias a un Patreon, es enseñar a la mayor cantidad de usuarios a usarlo. Por eso se dedica a enseñar a las comunidades cómo usar, personalizar y dar poder a sus propias redes sociales.
Kazemi también ha preparado una guía online para hacer tu propia red social. Tiene algunas complicaciones técnicas, pero si decides tomar a tu grupo de amigos y convencerlos de abandonar las redes tradicionales para siempre, Friend Camp puede ser un verdadero oasis.
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Ilustración: QuickHoney
¿Comunidades libres de odio?
A pesar de que una red social privada suena muy bien en un principio, lo cierto es que la misma herramienta puede albergar a grupos con fines muy distintos al crochet o la jardinería. El código de Mastodon ha sido utilizado a menudo por supremacistas blancos y miembros de la alt-right.
A decir de Kazemi, Friend Camp es abiertamente “antilibertad de expresión”, pues, según él, la libertad de expresión ha sido usada como coartada de muchos grupos de odio para acosar y difundir ideas dañinas.
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Además de usuarios, ¿debemos convertirnos en programadores sociales? (Imagen:
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de Mastodon, WiredUK)
Es una discusión frecuente entre moderadores desde la época de los primeros boards en línea: ¿cómo construir comunidades virtuales capaces de disentir y expresar puntos de vista opuestos de manera respetuosa y responsable? ¿Cómo evitar expulsar o inhabilitar usuarios que no sigan los códigos de conducta?
También en Ecoosfera: ¿Qué es el “civismo tecnológico” de Habermas, y por qué discutir en redes sociales fortalece la democracia?
A diferencia de los Estados-nación, donde un conjunto de leyes preestablecidas rige los destinos de todos, en las utópicas comunidades privadas dichas leyes son establecidas por los moderadores y administradores. Siempre ha sido así: los foros, comunidades y redes sociales son espacios privados, no espacios públicos (aunque la vida pública de muchos países se nutra a diario de lo que ocurre en ellos, como los cotidianos comentarios racistas del presidente Donald Trump).
Para decirlo de otro modo: las redes sociales (así como el uso de Internet) siguen siendo un privilegio, pues el acceso a la información todavía no se considera un derecho mundialmente reconocido y garantizado.
De hecho, Kazemi es tan estricto con esta política antilenguaje de odio que si encuentra a un usuario de Friend Camp ejerciendo lenguaje de odio en otra red social, también lo expulsará:
“Esto sería inadmisible en una enorme red social, como Twitter”, concede Kazemi, “pero en Friend Camp, todos estamos de acuerdo en que no queremos ver ciertas cosas y no queremos tener nada que ver con servidores que permitan ese tipo de discursos”.
Iniciativas como Mastodon y Friend Camp surgieron como apuestas de tecnología para enfrentar el avance de contenido racista, sexista y en general hostil, presente en todas las redes sociales. Muchas de estas redes se conectan en Fediverse, ecosistema virtual o una red de redes descentralizadas. “Eleanor”, directora editorial de Mastodon, afirma que la comunidad:
tiene el compromiso de posicionarse contra el lenguaje de odio; por ejemplo, el convenio de nuestro nuevo servidor indica que sólo enlistaremos servidores de joinmastodon.org que estén comprometidos en moderar activamente contra el racismo, el sexismo y la transfobia. La comunidad Mastodon no aprueba su intento de secuestrar nuestra infraestructura…
¿Y cuál es la ventaja, en la práctica, de dejar fuera todo el lenguaje de odio posible?
Según Kazemi, el hecho de bloquear preventivamente a usuarios permite que las publicaciones compartidas en Friend Camp sean más vulnerables y honestas, más personales, por decirlo así: “Tenemos gente que publica cosas sobre la paternidad de manera muy honesta, o que atraviesan por diferentes problemas en la vida”.
De hecho, la tendencia de todas las redes sociales es a “miniaturizar” la experiencia de sus usuarios, ya sea a través de algoritmos que producen “campanas de resonancia” entre usuarios con mentalidades similares, como Twitter, o con herramientas como “Mejores amigos” de Instagram y Groups, la nueva faceta de Facebook, que ya cuenta con 400 millones de usuarios.
La invención de Internet permitió una explosión de comunicación y creatividad a una escala probablemente jamás vista en la historia de la humanidad. Las redes sociales abrieron un horizonte potencialmente infinito para el intercambio y la colaboración, pero también trajeron consigo retos que no siempre sabemos sortear como usuarios.