La búsqueda de nuevas tecnologías y el constante anhelo por el progreso, han llevado al ser humano a crear proyectos experimentales que involucran una alta peligrosidad. Entre ellos tenemos los reactores de fusión nuclear, que son utilizados para la generación de energía a partir de la fisión termonuclear de iones confinados por campos magnéticos, es decir, energía nuclear.
¿Qué sucede si algo sale mal? La respuesta nos la puede dar el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil. El 26 de abril de 1986 la central sufrió el accidente nuclear más grave de la historia de la humanidad, ahora solo equiparable con el de Fukushima en Japón. La explosión del reactor causó la emisión de radiación en alta concentración capaz de afectar al subsuelo, vegetación, fauna y toda clase de vida en un radio de 30 kilómetros. Sin embargo, este no ha sido el único caso de emisiones de radiación en zonas de concentración humana. México también fue escenario del desastre nuclear más grande conocido en la parte occidental del planeta.

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Chernóbil mexicano: un desastre nuclear desconocido
Vicente Sotelo cumplió su labor, transportar desperdicios de fierro viejo. No imaginaba la magnitud de peligrosidad que sus manos tocaron y que se extendería a la mitad del país.
El Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez obtuvo en 1977 una máquina de radioterapia para tratar a personas con cáncer. Al ser un dispositivo de emisión de radiación, requería de personal capacitado para su manejo. No obstante, el hospital no contaba con un equipo especialista y la máquina terminó arrumbada en la bodega de la institución por seis años, hasta que el desastre ocurrió.
El corazón de este dispositivo era una bomba de Cobalto-60, que es un isótopo radiactivo sintético emisor de rayos gama. Altamente tóxico y peligroso debido a la gran cantidad de energía contenida en él.

Labores de limpieza en Ciudad Juárez, 1984. Foto: Comisión Nacional de Seguridad Nuclear.
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En 1983, Vicente Sotelo recibió la orden de desmantelar la máquina y deshacerse de ella. Sin ningún tipo de advertencia sobre el contenido, Sotelo se encargó de martillar el cabezal, liberando al instante 100 kilos de isótopos. La transportó hasta un depósito de desperdicio de fierro donde se vendió como material para varillas de construcción.
El acero contaminado se distribuyó en 17 estados de México y otras ciudades de Estados Unidos en forma de material para construcción. Como consecuencia, 5 personas recibieron una dosis alta de radiación, afectando sus glándulas tiroideas y acortando su expectativa de vida. Además se estima que otras 4,000 mil personas fueron expuestas directamente a la radiación, aunque se desconoce las consecuencias indirectas de este desastres. Finalmente 814 construcciones tuvieron que ser demolidas por presentar emisión de radiación.
Los restos de lo que sería el desastre nuclear conocido como el Chernóbil mexicano, ahora yacen bajo tierra en un lugar llamado La Pedrera, en el sur de Ciudad Juárez.