Pensar en el lugar que ocupamos los humanos en el mundo, resulta una tarea interesante. Si bien durante años se creó un falso egocentrismo basado en la supremacía humana sobre todos los demás animales, que ya ha quedado desmentida en varias ocasiones, también es cierto que tenemos una chispa que nos diferencia de todas las demás especies. No se trata de pensar en qué especie es mejor que otra, pero inevitablemente llega a la mente el cuestionamiento de qué nos hace diferentes de animales tan similares como los chimpancés.
Frans de Waal, quien es uno de los principales expertos en chimpancés en el mundo, piensa que no somos únicos, pues los primates lo han convencido de que la diferencia entre humanos y sus primos cercanos es más una cuestión de grado que de clase. Para muestra de ello están sus investigaciones que sugieren que los chimpancés al igual que los humanos tienen cultura y emociones morales como la simpatía.
Según Waal, se ha observado en chimpancés el uso de patrones de herramientas y diferentes costumbres que no provienen de un instinto genéticamente programado, sino que son aprendidos de unos a otros al igual que los humanos aprendemos ciertos comportamientos. Por ejemplo, los chimpancés también consuelan a los amigos y le lloran a sus muertos.
Pero entonces, ¿qué es lo que nos diferencia de estos asombrosos animales? La respuesta no es simple y yace en las pequeñas diferencias que en su conjunto resultan en una especie completamente nueva. Estos cambios no son lineales y poco a poco van entretejiendo un camino distinto.
Lo que nos hace diferentes
Nuestras habilidades de imitación y mimetismo son más complejas que las de los primates. Claro que ellos pueden aprender gestos de imitación complejos en cautiverio, como aprender a utilizar herramientas complicadas mirándose unos a otros. Dentro del reino animal los primates son muy buenos imitadores, pero parece que los humanos les llevamos un poco de ventaja.
Hablar de imitación en humanos es una cuestión completamente distinta, no sólo aprendemos mirándonos unos a otros, sino que somos capaces de enseñarnos las habilidades activamente disminuyendo la velocidad de demostración para que el otro pueda seguirnos con imitación. Así somos capaces de aprender habilidades realmente minuciosas como enhebrar una aguja o realizar tejidos sumamente complejos.
*La etóloga inglesa Jane Goodall, pionera del estudio del comportamiento de los chimpancés, trabajo que realizó por más sesenta años.
Pero además de la imitación quizá esté pensando en un comportamiento humano que es posible que no posean otros animales y ese es el lenguaje. Si bien es cierto que se ha comprobado que otras especies como las ballenas poseen un lenguaje, el humano tiene ciertas peculiaridades que lo diferencian grandemente. Hablarse unos a otros sobre el pasado, el futuro y cosas imaginadas marca una brecha importante.
El lenguaje es un mundo en sí mismo, gracias a él somos capaces de generar toda una base de roles sociales e institucionales y además, nos permite agregarle un valor simbólico a las cosas. A partir de aquí el entramado humano se vuelve más complejo cada vez; normas, reglas y estados constituidos socialmente son posibles únicamente por nuestro lenguaje complejo.
El último ejemplo de diferenciación entre humanos y chimpancés es el de los seres invisibles. Aunque se sabe que los chimpancés se reúnen para bailes bajo la lluvia o que los gorilas se cantan unos a otros durante la cena, no se sabe de una práctica de adoración hacia seres invisibles como las deidades de la cultura humana. Y esto se ve claramente cuando no se tienen registros de ritos de iniciación o celebraciones de uniones como las bodas.
Los humanos y los chimpancés somos muy similares en ciertas cuestiones, pero diametralmente distintos en otras. Lo importante es comprender que ninguna de estas diferencias nos vuelve superiores a ellos, sino simplemente distintos.
