Siempre es interesante cuando las grandes mentes se encuentran, así sea a años o incluso siglos de distancia. En este caso, se trata de uno de los pensadores contraculturales más provocadores, además de erudito en filosofías orientales, Alan Watts, revisando algunas de las ideas de un mitólogo jungiano y rebelde, mejor conocido por su famoso libro El héroe de las mil caras: Joseph Campbell.
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Joseph Campbell propagó sus ideas a través de diversos shows de TV al final de su vida
En el video que ponemos al final (sólo audio) podemos escuchar una larga disertación de Watts sobre una conferencia que Campbell dio en 1957 en una convención de científicos y psicólogos, cuyo título era “El símbolo sin significado”.
Esta lectura no sólo es una invitación de Watts para acercarnos a las ideas de Campbell, sino también un análisis de lo que la civilización “moderna” y civilizada le hizo a la psique colectiva y la religión tradicional, parámetros bajo los cuales la humanidad vivió durante la mayor parte de su historia.
Chamán es el que vuelve al bosque
El chamanismo es un fenómeno prácticamente planetario, a pesar de que la palabra “shamán” provenga de la tradición mágica de Mongolia, Siberia y los confines al norte de Asia.
Según Campbell, la del chamán es una religión “individualista”, pues, aunque el chamán tiene su lugar y función dentro de las comunidades primitivas como figura de autoridad y poder, este poder proviene de su contacto directo con experiencias en el mundo sobrenatural a través de distintas tecnologías mágicas (rituales, plantas, animales, talismanes, cantos, etcétera).
Según Watts, “el chamán es un curandero solitario, un hombre de poder, que primero debe verificar la experiencia por sí mismo”.
Él (o ella) es quien se somete a pruebas extremas, tanto físicas como espirituales. Desde el ayuno hasta el viaje a las selvas, montañas y bosques (el contacto con lo natural), el chamán se sumerge en la oscuridad de su propia psique para extraer la gota de luz que le dará ventaja a su comunidad, ya sea en forma de curación, de trabajo con los elementos, etcétera.
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Alan Watts se formó en teología cristiana, pero terminó siendo uno de los mayores divulgadores de Oriente en Estados Unidos
En términos más bien sociológicos o antropológicos, lo que Watts propone es que el chamán existió gracias a una “filosofía del cazador”; un iniciado que no entra a un grupo preestablecido, sino que extrae su sabiduría del conocimiento directo de su arte, en soledad y conexión. El cazador busca a su presa en el bosque como el individuo busca dentro de sí su propia esencia. La gran curandera María Sabina solía contar que “los angelitos” o “pajaritos” (hongos) que ingería antes de realizar trabajos mágicos, le daban la sabiduría y el conocimiento para realizarlos. Es decir, ella aprendió su arte directamente al practicarlo.
¿Dónde está la magia en un mundo hipercivilizado?
En las sociedades primitivas, cuando comenzaban a separarse las funciones de cazador/recolector en la división sexual del trabajo, la sociedad comenzó a modificarse y complejizarse, pero el chamán suigió teniendo su lugar. Muchas veces, quien busca al chamán debe salir de la seguridad sedentaria de la aldea e ir a buscar al mago o al sabio al corazón del bosque o a la montaña. Buscar la sanación, para el consultante, comienza con una salida de lo conocido hacia lo desconocido.
A estas sociedades tradicionales, Watts las llama “sociedad integrada”, en donde cada individuo tiene su lugar y su función. Este modelo se reproduce en las sociedades teocráticas y en los grandes imperios del mundo: la nobleza, los líderes religiosos y las fuerzas armadas en los estamentos superiores, y el pueblo llano, los artesanos y esclavos en los inferiores. Ya sea que pensemos en las sociedades de castas, como en la Colonia americana o en la India, este estado de cosas se mantuvo más o menos estable durante miles de años.
Luego, con la llegada de la modernidad y el pensamiento ilustrado, la sociedad se complejizó nuevamente. Pero en lugar de dar lugar a una mayor integración, la sociedad sufrió la disrupción de las atávicas formas de comunicación social, y los individuos cayeron en la confusión: ¿cuál es mi lugar, mi propósito, mi camino?
Este no es un argumento contra el pensamiento científico ni las ventajas de la modernidad. A decir de Watts, se trata de una nueva gama de problemas para los que la psique colectiva simplemente no estaba preparada. Esto trae consigo un grave costo emocional:
El hombre siente miedo y angustia crónica no solo por lo que pasó, sino por las innumerables posibilidades de lo que podría pasar. (…) Pierde poco a poco la capacidad de relacionarse con el mundo concreto tal como se le manifiesta en el presente preciso en donde está. (…) Los canales de su sensibilidad se pudren. Ahí es cuando nos volvemos realmente civilizados.
El héroe, o el chamán, es aquel que sale de su estado de comodidad y se aleja del mandala (círculo) social, de las interpretaciones sociales de lo que hay que sentir o pensar sobre el mundo, para buscar respuestas por sí mismo.
El héroe es todo aquel que busca descubrir las respuestas (sean cuales sean) por sí mismo.
Esto nos pone en distintos caminos de búsqueda espiritual. Descartamos y aceptamos. Pasamos por recetas y experiencias de muchas tradiciones distintas, a menudo exotizadas y transmitidas en fragmentos inconclusos. Nos hacemos un criterio propio y confiamos (o no) en la ciencia o la magia para mejorar nuestra vida. Pero en última instancia, la decisión de salir de nuestra zona de confort y adentrarnos en lo desconocido de nuestra propia esencia es una decisión individual.
En suma, y siempre siguiendo a Watts, volvemos al bosque (al menos metafóricamente) frente a la falta de respuestas de los expertos. Los descubrimientos y tesoros espirituales muchas veces no se pueden compartir: el héroe, el chamán, el consultante, deben elegir y buscar un encuentro directo con el mundo para aprender lo que solamente él o ella pueden aprender por sí mismos.
Este acto, este gesto de autorizarse a uno mismo para aprender de la propia experiencia, es lo que para Watts constituye propiamente el “ser” (self), o sentimiento de sí mismo, en oposición a la “persona”, la máscara social, con identidades y funciones fijas asignadas por el grupo social y que muchos pasan toda la vida sin cuestionarse.
Al final, la salida al bosque termina siendo una metáfora de la búsqueda de la propia verdad. Si tienes la posibilidad de ir a buscar visión dentro de la naturaleza, por supuesto que puedes hacerlo; pero ni siquiera es necesario salir. Ese bosque está dentro de ti: es el tesoro de imágenes y sabiduría al que podemos acceder si nos conectamos con aquello que más tememos: analizar nuestras resistencias cotidianas, nuestros afectos y nuestros disgustos, en suma, conocernos a nosotros mismos a través de una experiencia directa con el mundo, como aconsejan Watts y Campbell.